"Una mujer que detenta el poder debe asumir una postura híper-masculina,  muscular y marcial.  Ella hace esto para demostrar que, a final de  cuentas, es “uno de los muchachos”. Y no cabe la menor duda que Hillary  Rodham Clinton es “uno de los muchachos”."
               
Si se cumplen las expectativas del Partido Demócrata para la presidencia °45 de Estados Unidos, Hillary Rodham Clinton muy pronto será presidenta, la primera de su género en ocupar el cargo en la historia del país. Aunque esto en sí es notable, cabe señalar que la mayoría de la población del país es femenina, una muestra de la falta de democracia en el sistema político de Estados Unidos.
Si se cumplen las expectativas del Partido Demócrata para la presidencia °45 de Estados Unidos, Hillary Rodham Clinton muy pronto será presidenta, la primera de su género en ocupar el cargo en la historia del país. Aunque esto en sí es notable, cabe señalar que la mayoría de la población del país es femenina, una muestra de la falta de democracia en el sistema político de Estados Unidos.
Abigail Adams, la brillante esposa del segundo presidente de Estados  Unidos, le imploró a John Adams que “se acordara de las damas.” Como la  mayoría de los esposos, él no le hizo caso, y casi dos siglos pasaron  antes de que las mujeres pudieran votar.
Sin embargo, el mundo ha tenido un buen número de  líderes femeninas. Al intentar superar a sus homólogos masculinos, muchas de ellas, desde  Cleopatra en el Egipto Ptolemaico hasta las reinas de Inglaterra,  han  desatado los perros de guerra.
En el mundo moderno, Golda Meir de Israel, Indira Gandhi de la India y  Margaret Thatcher de Gran Bretaña han entrado en el juego sangriento  antes conocido como “el deporte de reyes”.  Meir hizo guerra contra los  árabes, Thatcher envió tropas contra Argentina por las Islas Malvinas, y Gandhi ordenó la guerra interna contra los Sikh, así provocando la  destrucción  del sagrado Templo Dorado de Amritsar.
Una mujer que detenta el poder debe asumir una postura híper-masculina,  muscular y marcial.  Ella hace esto para demostrar que, a final de  cuentas, es “uno de los muchachos”. Y no cabe la menor duda que Hillary  Rodham Clinton es “uno de los muchachos”.
Cuando era senadora, ella votó a favor de la Guerra contra Irak,  considerada por la mayoría de los respetados analistas de la política  internacional como la peor estupidez de la nación.
Como Secretaria de Estado, Clinton impuso su voluntad para  desestabilizar  Libia al enviar armas a los islamistas que se opusieron a Muamar el Gadafi.  Con respecto a su asesinato, ella tiene la  fama de alardear en una entrevista televisada: “Llegamos. Vimos. ¡Y él  murió!”  Libia ahora es un osario que arde.
Los líderes neoliberales, como ella, son tan marciales, tan  militar-céntricos, que su oponente principal, el maniático Donald Trump  (¡del Partido Republicano!) llama a Clinton “belicista”.  Y lo que es  peor ¡él tiene razón!
Al ascender Hillary Clinton al trono imperial, es su poder de decisión, y no su género, el que importa. Hubo una época cuando las mujeres  gobernaban el mundo, y tal vez lleguen a hacerlo de nuevo. Que la mujer  gobierne con sabiduría, compasión y misericordia,  y no vestida de traje de pantalón largo, dispuesta a promover el juego de la muerte para ser  “uno de los muchachos”.
Desde la nación encarcelada, soy Mumia Abu-Jamal.

 
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