Amigos, amigas:
El sábado 7 de mayo a las 19 horas proyectamos la película de Werner Herzog, de 1984, Donde sueñan las hormigas verdes. Acaso uno de sus filmes de esa época cuya narración es particularmente accesible, adquiriendo en ocasiones un tono documental.
Tantos años después, la película nos interpela puntualmente a tenor de la pendiente vertiginosa por la que el llamado humano se ha precipitado y ha precipitado con él a toda la Tierra. Con un tono menos crítico que aquel que puede observarse en otras de sus películas (porque igual no era necesario ante una historia cuya evidencia se basta para poner en crisis nuestra comprensión y/o percepción, además de nuestra conciencia), Herzog se inclina más por la afirmación de un visión del mundo sobre la que también se ha cometido genocidio, que sobre la denuncia declarada del perpetrador: esto segundo cae por su propio peso.
Con todo, pasado el tiempo, y a sabiendas de los sucedido, no podemos dejar de sentirnos en el banco de los acusados, al contribuir, por activa o por pasiva, a tal crimen antropológico y ecológico… y contra el sueño.
Aún así, la fascinación no huye. O quizá mejor el encantamiento. Es milenario y tiene rostro, y habla una lengua que pronuncia los fastos del sueño: del sueño de la tierra donde sueñan las hormigas verdes. Y eso se ama y se defiende.

Lugar: NOSALTRES (Calle Esperanza, 5. Metros de Antón Martín y Lavapiés).
Hora: 19 horas.
Día: sábado 7 de mayo

Donde sueñan las hormigas verdes (Wo die grünen Ameisen träumen)
Año:
1984
Duración: 100 minutos
Dirección: Werner Herzog
Un emporio minero excava la tierra en Australia. Busca uranio. Es indiferente a quien la habita. La contemporánea Ley de tierras australiana autoriza la explotación. Es la misma ley que desdeña a sus habitantes ancestrales, occidentalmente ignorante del lujo inconsumible de lo pobre que conforma la riqueza de la civilización del sueño. Es así de estúpida.
La máquina avanza, hasta toparse con mujeres-hierba, con hombres-hierba. Sí, como tallos, tan frágiles como inquebrantables, se a-sientan en el suelo, con la resistencia serena de cientos de siglos encarnados en los cuerpos vegetales de una comunidad que impide que se profane el sueño de las hormigas verdes.


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