Bookchin: Nosotros los verdes, nosotros los anarquistas
Ponencia presentada en una conferencia internacional organizada por los Verdes italianos en septiembre de 1987
Hoy
en día nuestra relación con el mundo natural está atravesando una fase
crítica que no tiene precedente en la historia de la especie humana.
Recientes estudios sobre el “Efecto Invernadero” conducidos en los
Estados Unidos, demuestran que tenemos que encontrar desde ahora la
manera de hacer disminuir el porcentaje de monóxido de carbono presente
en la atmósfera en la cual vivimos. En caso contrario, no solamente se
presentarán graves mutaciones químicas, sino que la misma sobrevivencia
de la especie humana estará en grave peligro.
No
se trata nada más de un problema de contaminación por los venenos con
los cuales nos alimentamos. La alteración de los grandes ciclos
geoquímicos podría poner fin a la vida humana sobre este planeta. Por mi
parte estoy consciente de la necesidad de reaccionar inmediatamente
para contrarrestar los procesos que están dañando la tierra. Soy
totalmente solidario de muchos de los grupos ambientalistas, y en los
últimos 30 años he estado involucrado cotidianamente en actividades para
la defensa del ambiente: contra las centrales nucleares, contra la
construcción de nuevas carreteras, contra la destrucción del suelo y el
uso incontrolado de pesticidas y de biocidas, y por la promoción del
reciclaje y de un crecimiento cualitativo y no sólo cuantitativo.
Estos
problemas ambientales me han preocupado por años y por décadas, tanto
como hoy en día me siguen preocupando. Estoy de acuerdo con ustedes
sobre la necesidad de bloquear los reactores nucleares y de poner fin a
la contaminación de la atmósfera, de las tierras agrícolas, de los
cultivos, o sea de liberarnos de los venenos que se están difundiendo
sobre todo el planeta y que ponen en peligro a nuestra especie y a toda
la vida. Comparto con ustedes todo esto, pero me gustaría que fuéramos
un poquito más allá con nuestros planteamientos.
De
hecho pienso que es esencial el empujar siempre más allá de nuestro
cuestionamiento, porque no podemos seguir poniendo más parches aquí y
allá que no resuelvan los verdaderos problemas. Posiblemente logremos un
día hacer cerrar una fábrica que inquina la atmósfera. Pero al final,
¿qué logramos?: una nueva central nuclear. Vivimos en un mundo basado en
el intercambio de contrapartidas, y nos seguimos comportando de acuerdo
a esas leyes. Definitivamente, pasando de un mal mayor a un mal menor y
de un mal a otro mal, seguimos empeorando la situación general. No se
trata sólo de una cuestión de plantas para la producción de energía, por
más importantes que éstas sean; ni tampoco el problema de los gases
contaminantes; tampoco el problema está en los daños que causamos a la
agricultura, o el congestionamiento y la contaminación de los centros
urbanos.
El
problema es otro más grave: estamos simplificando el planeta. Estamos
disolviendo los ecosistemas que se formaron en millares de años. Estamos
destruyendo las cadenas alimenticias. Estamos rompiendo las ligas
naturales y llevando al reloj evolutivo a un atraso de millones de años
en el tiempo. a las épocas en las que el mundo era mucho más simple y no
se encontraba en la posibilidad de sostener la vida humana.
I. Una visión del mundo más coherente
No
se trata nada más de tecnología, aún si el control tecnológico es muy
importante. Es claro que necesitamos una tecnología nueva. Necesitamos
una tecnología basada en la energía solar y en la eólica, y necesitamos
nuevas formas de agricultura. Sobre esto, no hay dudas, estamos todos de
acuerdo. Pero existen problemas de fondo mucho más graves que aquellos
creados por la tecnología y el desarrollo moderno. Tenemos que buscarlos
en las raíces mismas del desarrollo. Y primero que nada tenemos que
buscarlos en los orígenes de una economía basada sobre el concepto de
‘crecimiento’: la economía de mercado; una economía que promueve la
competencia y no la colaboración, que se basa en la explotación y no en
el vivir en armonía. Y cuando digo vivir en armonía entiendo no
solamente el hacerlo con la naturaleza, sino entre la misma gente.
Tenemos
que empujar hacia la construcción de una sociedad ecológica que cambie
completamente, que transforme radicalmente nuestras relaciones básicas.
Mientras que vivamos en una sociedad que marcha hacia la conquista, al
poder, fundada en la jerarquía y en la dominación, no haremos nada más
que empeorar el problema ecológico, independientemente de las
concesiones y pequeñas victorias que logremos ganar. Por ejemplo, en
California, nos han donado algunas hectáreas de árboles, y luego han
talado bosques completos. En Europa están haciendo la misma cosa.
Prometen
acabar con las lluvias ácidas, y las lluvias ácidas siguen cayendo.
Deciden poner en el mercado alimentos naturales, no contaminados por los
pesticidas, y efectivamente el porcentaje de veneno disminuye, pero lo
poco que queda está constituido por los venenos más peligrosos para el
organismo.
Nuestro
problema no es solamente de mejorar el ambiente, o de parar las
centrales nucleares, de bloquear la construcción de nuevas carreteras, o
la construcción, expansión y sobrepoblación en las ciudades, la
contaminación del aire, del agua y de los alimentos. La cuestión que
tenemos que enfrentar es mucho más profunda.
Tenemos
que llegar a una visión del mundo mucho más coherente. No tenemos que
ponernos a proteger los pájaros olvidándonos de las centrales nucleares,
y tampoco luchar contra las centrales nucleares olvidándonos de los
pájaros y de la agricultura. Tenemos que llegar a comprender los
mecanismos sociales y hacerlo de una manera coherente.
Tenemos
que enfocarlos en una visión coherente, una lógica que prevé a largo
plazo una transformación radical de la sociedad y de nuestra misma
sensibilidad. Hasta que esta transformación radical no empiece,
lograremos cosas pequeñas, de poca importancia. Venceremos algunas
batallas pero perderemos la guerra, mejoraremos algo, pero no
obtendremos ninguna victoria. Hoy en día vivimos el momento culminante
de una crisis ambiental que amenaza nuestra misma sobrevivencia, tenemos
que avanzar hacia una transformación radical, basada en una visión
coherente que englobe todos los problemas. Las causas de la crisis
tienen que aparecer claras y lógicas de manera que todos -nosotros
incluidos- las podamos entender. En otras palabras, todos los problemas
ecológicos y ambientales son problemas sociales, que tienen que ver
fundamentalmente con una mentalidad y un sistema de relaciones sociales
basadas en la dominación y en las jerarquías. Estos son los problemas
que nos ofrece hoy en día la gran difusión de la cultura tecnológica.
II. Ningún regalo de parte del Estado
¡Qué
tienen que hacer entonces los Verdes? Primero que todo tenemos que
clarificarnos las ideas. Tenemos que evidenciar las relaciones
existentes entre los problemas ecológicos y los problemas sociales.
Tenemos
que demostrar que una sociedad basada en la economía de mercado, en la
explotación de la naturaleza y en la competencia acabará por destruir al
planeta. Tenemos que hacer lo posible para que la gente entienda que si
queremos resolver de una vez por todas nuestros problemas con la
naturaleza, tenemos que preocuparnos de las relaciones sociales. La
gente tiene que entender que todo tiene que unificarse en una visión del
mundo coherente, en una visión basada en un análisis, en una crítica, y
en soluciones de nivel político, personal e histórico.
Esto
significa, dar otra vez la fuerza al pueblo. Tenemos que crear una
cultura política con una visión libertaria y no limitarnos a un proyecto
que el Estado ejecuta. Tenemos que crear una literatura política, una
cultura política que lleve a la gente a participar, liberándose,
autónomamente, de este tipo de economía, de sociedad y de sensibilidad.
En
el movimiento feminista, se empieza a discutir el tema de la dominación
del hombre sobre la mujer empezando por la misma estructura de la
familia. En los movimientos comunitarios, se habla de necesidades a
‘escala humana’ y de dar fuerza a los barrios, a las comunidades, a las
regiones.
Estos
son los argumentos más importantes que se discuten en los Estados
Unidos. En relación con la tecnología, no tenemos que preocuparnos
solamente con que ésta sea más eficiente y renovable, tenemos que
inventar una tecnología creativa, que no sólo lleva consigo un trabajo
más creativo, sino que contribuya a mejorar el mundo natural al mismo
tiempo que mejora el modo y la calidad de nuestras vidas.
Pero
todo esto no nos llegará desde arriba. No puede ser un regalo que el
Estado nos haga. No puede traducirse en una ley salpicada por un
Parlamento. Tiene que ser el fruto de una cultura popular, de una cultura política y ecológica
difundida por el pueblo. Entonces no tendremos mas que elaborar
estrategias para cambiar la sociedad, usando las varias organizaciones
existentes. Tenemos que elaborar estrategias libertarias que conduzcan
al pueblo, a la gente, a participar en el proceso de transformación
social, porque si no es la gente la que quiere cambiar la sociedad,
entonces no se efectuará en ella ningún cambio real ni radical.
Cuando
hablamos de Ecología, hablamos de participación en el mundo natural.
Decimos que nosotros, como seres humanos, compartimos la esfera de la
vida juntos, con todos los demás seres vivos, y con ello buscamos
aplicar un sistema de relaciones que nos haga partícipes del ecosistema.
Pero
yo les pregunto, queridos amigos, si queremos ser Verdes, si queremos
reverdecer al planeta: ¿Cómo podemos hacerlo sin reverdecer a la
sociedad misma? Y si queremos reverdecer a la sociedad: ¡Cómo podemos
pensar en una participación del mundo natural que no tome en
consideración la participación popular en la vida social? Si nada más
queremos conquistar el poder para cambiar a la sociedad, les garantizo
que vamos a perder. Y no solamente porque algunos de nosotros, con toda
la buena fe del mundo, acabaríamos con ser condicionados por el poder,
emotiva y psicológicamente. Esto ya les pasó a algunos de mis mejores
amigos entre los Verdes Alemanes, que con buenas intenciones y con buena
fé se encontraron en el Parlamento buscando hacer coaliciones, hacer
alianzas, y usar el poder desde arriba. De alguna manera ellos también
se volvieron líderes espirituales aspirantes al poder. Ahora razonan en
términos de ‘males menores’, de un mal ‘siempre menor’ que, al final,
los llevará al peor de todos los males. Esto es lo que la historia nos
ha enseñado siempre.
III. Verde profundo
Ya
es tiempo que nosotros los Verdes propongamos una visión libertaria,
una visión anarquista que lleve a la gente hacia un movimiento Verde,
que pueda ser un movimiento Verde en el sentido más profundo del
término. Un movimiento Verde en el cual no nos limitemos a llevar
adelante un proyecto coherente y que unifique todos los problemas en un
programa y análisis comunes, sino en un movimiento en el cual la gente
sea la primera protagonista de su historia. Tenemos que apoyar la
creación de una sociedad libertaria: ecolibertaria. Esto es lo que nos
enseñaron las experiencias alemanas y de los Estados Unidos, algunos
movimientos han buscado perseguir objetivos Verdes actuando ‘desde
arriba’ a través de las leyes, y siempre han tenido que ceder, abandonar
una posición detrás de otra.
Con
esto no quiero decir que no tenemos que empeñarnos en llevar a cabo
cambios que puedan atrasar o bloquear la disgregación de la sociedad
actual y del mundo natural. Ya sé que no tenemos mucho tiempo a nuestra
disposición. Los problemas son reales e involucran también a las dos
generaciones siguientes, y quizás ni siquiera las dos próximas
generaciones sean decisivas por lo que respecta a la sobrevivencia de
nuestra especie y la conservación de nuestro habitat y de nuestro
planeta. De todas formas, si no podemos dar a la gente una imagen
unitaria, una visión práctica y ética al mismo tiempo, y que cuestione
su sensibilidad, entonces, ¿saben ustedes quién tomará el poder en este
caos?: la derecha, los reaccionarios.
Hoy
en América, la derecha se califica a sí misma como ‘la mayoría moral’, y
dice: “Devolvamos su significado a la vida. Devolvamos su significado a
las relaciones humanas”. Y, por mala suerte, lo que queda de la
izquierda americana, no hace otra cosa que hablar de ‘progreso’ de
‘centralizar’ y de todas las mismas cosas que el socialismo repite desde
hace 150 años.
Primero
tenemos que recuperar aquel terreno sobre el que la gente está buscando
la verdad, y no tan sólo la sobrevivencia: una manera de vivir que
hable de calidad y no sólo de cantidad. Tenemos que difundir un
mensaje coherente para todos, un mensaje que sea para la base de la
sociedad, que la haga partícipe, que enseñe qué significa el ser
ciudadanos y el decidir autónomamente. En otras palabras, tenemos que
elaborar una nueva política, una política Verde que reemplace a la vieja
política autoritaria y centralista, basada en las estructuras de los
partidos y en la burocracia. Esto es lo más importante que tenemos que
aprender. Si no lo logramos, los movimientos verdes serán absorbidos
poco a poco por los movimientos tradicionales. El objetivo principal se
disolverá frente a los pequeños objetivos a corto plazo y vencimiento.
Los
compromisos sobre ‘males menores’ nos llevarán siempre a males peores.
La gente dirá: ¡Qué es esto? ¿La misma política de siempre? ¿La misma
burocracia de siempre? ¿El mismo parlamentarismo que siempre hemos
tenido? ¿Por qué tendría yo que votar verde? ¿Por qué tendría que darle
fuerza a los verdes? ¿Por qué no tendría que seguir apoyando a la
democracia cristiana, o al partido comunista, o a cualquier otro partido
que garantiza resultados inmediatos, y satisfacciones inmediatas?…
Nuestra responsabilidad de Verdes de Europa –como en América– en
Alemania, como en tantas partes del mundo, y sobre todo en Italia, ya
que ustedes están apenas empezando ahora, es de aprender de lo que está
ocurriendo en los movimientos verdes desde hace 5 a 10 años.
Tenemos
que darnos cuenta que hay que sustituir la vieja política tradicional
de los partidos, con una política verde. Que hay que poner energía a
nivel de base en las comunidades, que hay que elaborar análisis que
vayan más allá del puro ambientalismo y de los otros problemas
importantes a los cuales nos dedicamos cotidianamente (pesticidas,
energía nuclear, Chernobyl).
Tenemos
que darnos cuenta que esta sociedad no es solamente dura e insensible,
sino que sus mismas leyes prevén su propia destrucción, la destrucción
del planeta y la de las bases para la sobrevivencia humana. Tenemos que
proponer nuevas alternativas, nuevas instituciones fundadas en una
democracia local, en la participación local, que pueda constituir un
nuevo poder contra el Estado centralizado, que pueda constituir un nuevo
sistema de relaciones sociales, en el cual un número cada vez mayor de
personas, tome parte activa en una política realmente libertaria. Esta
es nuestra única alternativa para evitar caer en la misma política de
partido, corrupta y rebasada, que vuelve a las personas cínicas,
indiferentes, siempre más encerradas en sus propias esferas privadas.
IV. Un momento de transición
Déjenme
concluir con una última consideración de importancia. No solamente
estamos luchando para mejorar nuestras relaciones humanas. Como el
sistema de mercado, también el sistema capitalistas sigue simplificando
no sólo la obra compleja de millones de años, sino también el espíritu
humano. Se está simplificando el espíritu mismo de la humanidad, se
le está quitando la complejidad y la plenitud que contribuyen a formar
personalidades creativas. Entonces, nuestra nueva política no debe
tener como único objetivo el de salvar el planeta y crear una sociedad
verde, ecológica, de carácter libertario, y una alternativa política a
nivel de base. Hay también que ver aún más allá de todo esto: si no se
pone un fin a la ‘simplificación’ del planeta, de la comunidad y de la
sociedad, lograrán simplificar al espíritu humano a tal punto (y con
basura del tipo de “Dallas”, de “Dinasty” y otros programas televisivos)
que se acabará hasta con el mismo espíritu de rebeldía, el único capaz
de promover un cambio social y un reverdecimiento real del planeta.
Hoy vivimos en un momento de transición, no sólo de una sociedad a otra, sino de una personalidad a otra nueva.
¡Muchas gracias!
Por Murray Bookchin
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