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Según lo previsto

Según lo previsto

 

Queridos lectores:

Estos días, la economía del planeta está sufriendo uno de los frenazos más fuertes que se recuerdan, sobre todo por lo repentino. En cuestión de unas pocas semanas, la actividad industrial en la fábrica del mundo, China, ha caído drásticamente. Tal caída se refleja en multitud de indicadores, como es el comercio de materias primas y también en el descenso de la contaminación. Una imagen en particular ha ilustrado muy bien lo que está pasando en el gigante asiático: son imágenes composite del satélite europeo Sentinel 5P, que nos muestran la concentración atmosférica de óxidos de nitrógeno sobre China, a principios de enero y hace unos pocos días.



La razón de este frenazo económico tan salvaje es el dichoso coronavirus.

Antes de ir al análisis económico propiamente dicho, querría dejar claras una serie de cosas sobre mi opinión sobre la epidemia del CoVid-19 que se está extendiendo por todo el planeta.

Como ya comenté en el post anterior, este coronavirus representa sin duda un serio problema de salud pública. Se trata de un germen que está demostrando ser bastante infeccioso, y eso está favoreciendo su rápida extensión geográfica en un mundo tan globalizado como es el nuestro. 

¿Es el CoVid-19 una gran amenaza? Pues no a nivel de la especie humana, pero sí a nivel de los sistemas de salud.

Esta enfermedad está lejos de ser una amenaza a la continuidad de la especie humana. Como muestran los datos que va compilando la OMS, la tasas de mortalidad en la mayoría de los grupos de edad (menores de 50 años) son relativamente bajas, de alrededor del 0,3%, 3 de cada mil, y en un gran número de casos (se suele decir que el 80%) se trata de personas con patologías previas. Además, esa tasa de mortalidad está calculada sobre el número de casos reportados (mortalidad aparente), pero en muchos casos la enfermedad cursa de manera tan leve que mucha gente puede haberla padecido sin saberlo. A falta de un estudio epidemiológico que lo corrobore, se estima que hasta un 80% de los casos de infección por el CoVid-19 no son reportados, lo cual querría decir que se deberían de dividir las tasas aparentes hasta por 5. Por tanto, la mortalidad que va a inducir este virus será muy inferior al crecimiento vegetativo de la población humana y por sí mismo el CoVid-19 no compromete la existencia de la Humanidad. Sin embargo, cuando se habla de los fríos hechos estadísticos conviene recordar que estamos hablando de seres humanos, de carne y hueso, que han muerto y van a morir por esta enfermedad, y cualquier pérdida es siempre lamentable. Además, al igual que pasa con la gripe y otras infecciones causadas por virus de esta familia, también mata a gente perfectamente sana sin patologías previas; a muy pocos, pero también pasa.

Sin embargo, el CoVid-19 supone un problema muy importante para los sistemas de salud. Por un lado, porque la mortalidad (aparente) se dispara en los grupos de edad por encima de los 50 años, llegando a ser del 20% en los mayores de 70 años. Por el otro, porque en todos los grupos de edad genera una gran morbilidad: el tiempo típico para recuperarse completamente de la enfermedad (y no ser infeccioso para los demás) es de unas dos semanas, y hasta el 10% del total de los infectados (reportados) requieren hospitalización, que encima es de larga duración (más de 10 días). Por tanto, si una infección por CoVid-19 se extendiese ampliamente por un territorio colapsaría en nada de tiempo la capacidad del sistema sanitario de darle una respuesta adecuada, y eso redundaría también en mayores tasas de mortalidad. Es por todo ello que el CoVid-19 no puede tomarse tampoco a la ligera.

Teniendo en cuenta la experiencia que tenemos con otras infecciones respiratorias similares, lo más probable es que en las próximas semanas veamos una contención y después una disminución del número de nuevos infectados, a medida que las más altas temperaturas y sobre todo la más intensa radiación UV esterilicen las superficies donde se encuentra el virus, dificultando su propagación. A pesar de que siempre se tienen que mantener todas las cautelas tratándose de una enfermedad nueva, cuyas características epidemiológicas aún no se conocen, parece probable que hacia abril la epidemia esté más que contenida y que en mayo sea algo residual. Cabe, por tanto, tener paciencia y seguir trabajando para contener la expansión del virus.

Dado que además se trata de un retrovirus, que tiene un gran potencial para ir mutando, lo más probable es que el año que viene cepas del CoVid-19 formen parte del pool habitual de virus que infectan estacionalmente a toda la humanidad, como ya pasó con la gripe A. En suma, será un factor más a tener en cuenta en nuestros planes sanitarios, y todo volverá más o menos a la "normalidad" (normalidad que es de una extremada complejidad para los gestores sanitarios, aunque de eso mucha gente no se de cuenta).

Importante como es el CoVid-19, no parece más importante que muchos otros problemas que comprometen el futuro inmediato y a más largo plazo de la Humanidad. Ha habido diversos autores que se quejan de que hasta ahora no se haya dado una respuesta adecuada a la crisis climática, que pone en peligro a toda la Humanidad, pero con el coronavirus se ha podido disminuir radicalmente las emisiones de CO2 en cuestión de pocos días. Se comenta también que no es de esperar que el CoVid-19 mate más que a unos cuantos miles de personas, mientras que la contaminación atmosférica mata a 8 millones de personas al año. Obviamente, la diferencia entre unos y otros es que en el caso del CoVid-19 las medidas que se toman tienen vocación de temporales (todo el mundo cuenta con poder retomar la actividad progresivamente a partir de mayo), mientras que luchar verdaderamente contra las causas de nuestros problemas climáticos y ambientales requeriría cambiar permanentemente nuestro sistema económico. Además, en el caso de los problemas ambientales, la población más afectada se encuentra en países "en vías de desarrollo", y por tanto tiene poca importancia en los países más desarrollados.

Hay un aspecto, sin embargo, que querría destacar de la crisis del coronavirus. Estos días hemos sabido que se ha producido una fuerte caída de demanda de petróleo en China, que llega a ser del 20% de su consumo: 3 millones de barriles diarios menos, por tanto. Es una bajada muy fuerte, y eso solo en China. Al albur de la recesión económica mundial que parece estar gestándose como consecuencia de este parón repentino de actividad, es de esperar que otros países reduzcan también su consumo. 

Esta caída repentina del consumo ha tenido consecuencias inmediatas sobre el sector petrolífero, que como sabemos lleva años atenazado por el problema de los bajos precios y los costes crecientes. Por lo pronto, la OPEP ha decido reducir su producción de petróleo en 1,5 millones de barriles diarios para hacer frente a la situación, en un movimiento que parece indicar que ellos están dispuestos a asumir la mitad de la reducción, pero que la otra mitad la deberían asumir el resto de países productores.

La caída de producción de la OPEP, que será asumida principalmente por Arabia Saudita, supondrá un alivio importante justamente para ese país. Como recordarán, en septiembre pasado unos atentados comprometieron seriamente la capacidad productiva saudí, y no era de esperar que se pudiera reestablecer la producción plenamente antes de entre 6 y 9 meses. Para compensar la parte faltante de la producción, Arabia Saudita ha ido tirando del petróleo que tenía almacenado en sus depósitos para cumplir sus compromisos internacionales, pero esa estrategia no podía prolongarse más que unos pocos meses. Así que la llegada del la crisis del coronavirus va a ser más que bienvenida en Arabia Saudita, porque al mismo tiempo le va a permitir avanzar con menor presión en la reconstrucción de sus instalaciones, y por el otro podrá aprovechar este tiempo para recargar sus depósitos. Si la crisis del coronavirus se prolonga dos o tres meses más, seguramente eso será suficiente para que la industria petrolífera de Arabia Saudita pueda recuperarse del todo.

Comentábamos en diciembre del año pasado, cuando enunciaba las previsiones para este año, que lo más probable es que el principio de este 2020 estuviera marcada por un intento de los principales agentes económicos de domesticar la crisis económica que viene larvándose durante los últimos años. La crisis del coronavirus ha dado la ocasión perfecta para pilotar ese aterrizaje, quizá más brusco de los deseado pero probablemente más suave de lo que hubiera pasado sin ningún control. Eso quiere decir que todo va según lo previsto, estamos siguiendo la hoja de ruta que se marcó para este año. Eso implica también que el precio del petróleo se va a mantener bajo, prolongando el daño a las petroleras y en particular al muy maltrecho y a punto de agonizar sector del fracking estadounidense. Y por tanto se hace más probable que en la segunda mitad de 2020 estalle la crisis del petróleo que también anticipábamos. 

Es decir, todo va según lo previsto.

Salu2.
AMT
 
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Más de 1.405 muertes por amianto y 714 muertes por accidentes laborales mortales desde 2008

Más de 1.405 muertes por amianto y 714 muertes por accidentes laborales mortales desde 2008

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Muerte en y por el trabajo: Más de 1.405 muertes por amianto y 714 muertes por accidentes laborales mortales desde 2008
Las muertes derivadas del trabajo son muy duras. Desde 2008, con el inicio de la crisis hasta este mes de noviembre, han fallecido 714 trabajadores en accidentes laborales. En 2018, suponen un incremento de  un 18,52% que en todo 2017. Pero las muertes por enfermedades relacionadas con la inhalación del amianto son más del doble. Según datos oficiales registrados. En este período, desde el inicio de la crisis, han fallecido más de 1.405 personas. Todavía faltan conocer los datos oficiales de 2017 y 2018, pero, según los registros de Asociación de Víctimas del Amianto de Euskadi (ASVIAMIE), han aumentado un 45% hasta noviembre sobre todo el 2017. Un drama.
La realidad es que estás una mañana, tarde o noche con los tuyos y, unas horas después has muerto en el caso de los accidentes de trabajo. O, en el caso del amianto, tu vida se trunca cuando esperabas que te llegara la jubilación y podrías vivir, disfrutar de lo que durante unos cuarenta años no has podido. Porque entraste con pantalones cortos a trabajar y necesitaste una caja de refrescos para llegar a una máquina que desempeñaste, pero te hicieron trabajar junto o con el amianto, un mineral cancerígeno que manifiesta su poder letal entre 10 y 40 años. Lo que iba a ser una nueva vida con la jubilación (con mas años encima y más experiencia) se convierte en un drama personal y familiar. Siempre pendiente del médico.
Unos y otros casos son similares. Cambia el tiempo. Pero el sufrimiento es igual. Hablo de accidentes mortales y muertes por amianto, pero es verdad que las enfermedades profesionales se llevan en la Unión Europea a 19 trabajadores o trabajadoras por cada uno o una que fallece por accidente laboral por el amianto y otros productos que nos matan poco a poco.
Podríamos decir que el cáncer y otras enfermedades profesionales colaboran con los empresarios, porque no muestran lo peor cuando trabajamos y sí lo hacen años después, cuando los empresarios ya han llenado sus bolsillos con el sudor y el sufrimiento del Pueblo Trabajador y, además, se olvidan del daño que está causando por no emplear métodos y trabajos con seguridad y salud. No les importa. Prefieren los beneficios. Y, si algún día les ponen una denuncia por algún daño a la salud o muerte, contratarán abogados que solo saben de la minuta sustanciosa que cobrarán sin importarles las vidas perdidas o dañadas para siempre, que se encuentran frente a ellos en un tribunal. Lamentable. Es la calidad de algunos empresarios.
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Muertes crecientes
Hasta esta semana pasada de noviembre en Hego Euskal Herria han fallecido 64 trabajadores en accidentes de trabajo. Son ya un 18,52% más que en todo el año pasado 2017. Desde 2008, con el inicio de la crisis, en suelo y fábricas de Hego Euskal Herria (Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa) han fallecido 714 trabajadores en el trabajo. ¡Parece que en vez de ir a trabajar van a la guerra!
En 2018 al día se producen 233 accidentes laborales con baja en Hego Euskal Herria, pero otros tantos, sin baja. La falta de prevención es una de las causas fundamentales. Muchas empresas incumplen la Ley de Prevención de Riesgos Laborales , que entró en vigor hace más de dos décadas.
Entre 2008 y 2018 (noviembre) han fallecido más de 1.405 personas por enfermedades relacionadas con el mineral cancerígeno del amianto. Son datos oficiales, aunque de los dos últimos años (2017 y 2018) son datos que recopila la Asociación de Víctimas del Amianto de Euskadi (ASVIAMIE).
Con los datos que llevan registrados en 2018, con 29 muertes, la mortalidad ha aumentado un 45%, pero todavía faltan los datos oficiales que, en realidad, se ocultan frecuentemente porque, como se ve, en este período, tras la crisis, las muertes por amianto son más del doble que los accidentes mortales en los centros de trabajo. Por eso, se ocultan, pero como vemos el daño y el drama que causan van en aumentan.
Juanjo Basterra

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Por un Sistema de Salud público, holístico y autogestionado

Por un Sistema de Salud público, holístico y autogestionado

Quienes visitan la página de Podemos Terapias Naturales con el ánimo de defender —algunos con sensatez; la mayoría con una agresividad más o menos teñida de fanatismo— la medicina moderna occidental, acaban haciendo preguntas muy parecidas sobre la “eficacia” de las terapias naturales. Generalmente, se trata de preguntas retóricas ya que quienes las hacen parecen estar muy convencidos de que las medicinas naturales no funcionan, no han demostrado su eficacia y por tanto quienes las practican son estafadores y por supuesto no deben ser incluidas en los sistemas sanitarios.  


¿QUEREMOS CIUDADANOS OBEDIENTES AL SERVICIO DE LOS PODERES ESTABLECIDOS?


Como profesional de la enseñanza acostumbrado a impulsar en mis alumnos el pensamiento crítico, el cuestionamiento de las “verdades” establecidas, la inquietud de preguntar, de no conformarse con la primera respuesta que encuentren, la costumbre de buscar distintos enfoques para los problemas, compararlos, enfrentarlos, analizarlos, y buscar la opinión propia, la visión libre de prejuicios y condicionamientos, considero positivo el debate abierto, no solo para quienes participan, sino para quienes puedan seguirlo y enriquecerse. Con ese ánimo hago el esfuerzo de participar en esta página y procurar responder a los comentarios de unos y otros con la mayor honestidad y rigor que me es posible, procurando compartir lo que he aprendido y reflexionado en más de treinta años investigando temas de educación, salud y ecología.

En este caso, he preferido no contestar a las preguntas sueltas en varios hilos y centralizar la respuesta aquí, para evitar la confusión que genera el que una serie de personas hagan preguntas descontextualizadas que parten de su propia visión del problema y a las que no se puede contestar por separado, primero porque son tan repetitivas que responder a todos obligaría a estar repitiendo lo mismo y saltando de un hilo a otro; segundo porque responder a preguntas concretas sin explicación previa sería tanto como asumir el enfoque de quienes las hacen; y en tercer lugar porque quienes estén leyendo el debate sin intervenir no tendrían manera de aclararse asistiendo a un “bombardeo” de preguntas inconexas, repetitivas, desordenadas y, en muchos casos, manipulando y tergiversando, o al menos, incomprendiendo a quienes se interroga.


ACLARO ALGUNOS CONCEPTOS

—Denomino a la medicina que domina la mayoría de los sistemas sanitarios actuales “medicina moderna occidental”. A veces complemento con una serie de calificativos —cuya justificación sería muy largo de detallar aquí: “reduccionista”, “mecanicista”, “industrializada”, “belicista”...

—Denomino “medicinas tradicionales” o “ciencias de salud tradicionales” exclusivamente a las que se inscriben dentro de una tradición, en el sentido estricto del término, como la medicina china, la ayurvédica y otras similares.

—Al resto de las medicinas, terapias, técnicas, disciplinas... las denomino por su nombre propio: homeopatía, naturopatía, terapia craneo-sacral...

—Utilizo las denominaciones genéricas “medicinas naturales” o “terapias naturales” para referirme a cualquier medicina o terapia —independientemente de su antigüedad, origen, metodología específica— que cumpla la condición de actuar a favor de la naturaleza, es decir, de favorecer los procesos naturales, por contraposición a medicinas o técnicas que actúan en contra de la naturaleza, es decir, bloqueando, reduciendo o estorbando los procesos naturales. Conste a modo de aclaración que esta división no implica un criterio absoluto de elección ante situaciones concretas.

—Entiendo que una cosa “funciona” cuando cumple con el objetivo para el que se concibió. Obviamente, cada cosa debe ser juzgada en función de ese objetivo y no de los objetivos de otra cosa, menos aún si es cualitativamente distinta o peor aún, opuesta.

ES URGENTE UN CAMBIO RADICAL

Quienes piden que justifiquemos que tal o cual terapia natural entre a formar parte del Sistema Sanitario, lo hacen desde un enfoque ya dado. Su defensa ciega del modelo médico moderno los sitúa en un enfrentamiento entre medicina moderna y terapias naturales. Yo no contemplo las cosas así, ni siquiera creo que lo más importante sea hablar de medicinas o terapias. En primer lugar hay que hablar de salud y de cómo cultivar nuestra capacidad para responsabilizarnos de ella y tomar nuestras propias decisiones.

En este sentido, el análisis previo desborda el terreno de lo científico-médico y entra en terreno cultural, social, político, económico. Para conseguir el primer objetivo, es preciso conocer las relaciones de poder que actúan en el campo de la salud y la enfermedad y actuar para desmontarlas o al menos oponerse a ellas en lo posible.


A partir de ahí, podemos hablar de sistema de salud o sistema sanitario, que en estos momentos se encuentra bajo la influencia o el control de esos poderes: económico, político, académico, que condicionan su concepción, su funcionamiento y el concepto de salud que se le traslada a la mayoría. Quien sea capaz de juzgarlo sin prejuicios, encontrará que en mayor o menor medida, estos sistemas están fracasando a la hora de ayudar a la gente. Y desde luego, un cambio de políticas sanitarias que de verdad atendiera las necesidades de la gente debería comenzar por una evaluación independiente de su funcionamiento para poner en evidencia los errores a corregir.

Por mi parte, yo creo urgente y de extrema necesidad cambiar ese enfoque. Es decir, parto de la idea de que los sistemas sanitarios necesitan un cambio radical que debe empezar por el concepto de salud. Ese principio debería ser el que determine los cambios que hagamos a todos los niveles: de contenido, organizativos, de gestión... teniendo como meta un sistema de salud público, holístico y autogestionado.


PARTIR DEL CONCEPTO DE SALUD

En estos momentos, los sistemas sanitarios y todo el modelo médico dentro y fuera de él, parten de un enfoque de la salud que se caracteriza por un reduccionismo mecanicista, una concepción estática de la salud-enfermedad como cosas opuestas y en consecuencia una visión belicista de combate a la enfermedad para conseguir la salud, en particular a partir de la imposición sin pruebas de la Teoría Microbiana que desplaza radicalmente la prevención de los hábitos de salud a las vacunaciones masivas y el tratamiento de las enfermedades a la guerra química contra los microbios, todo ello con gravísimas consecuencias a múltiples niveles. 



Si cambiamos ese enfoque por uno dinámico en el que salud y enfermedad son elementos de un mismo proceso de equilibrio y lo que llamamos enfermedad la señal de procesos biológicos de reequilibrio de nuestro ecosistema interno, y si además abrimos la mirada a todos los aspectos implicados trascendiendo lo meramente fisiológico, es evidente que diseñaremos nuestros sistemas sanitarios de otro modo: buscaremos aquellos procedimientos, disciplinas, recursos, técnicas, terapias o medicinas que nos ayuden a conseguir ese objetivo. Y entonces, cobrarán más importancia las ciencias de la salud que se centran en los hábitos de vida saludables y las medicinas que actúen a favor de la naturaleza, situando en un segundo plano, es decir, como recursos alternativos, aquellas que actúen contra los procesos naturales y que puedan ser útiles en determinadas circunstancias.

De este modo, teniendo claro el objetivo a conseguir, será más factible ponerse a pensar en los medios para conseguirlos. No se trata pues de decidir qué cosa debemos incluir en el actual sistema, sino qué concepto de salud tenemos para saber qué cosas sirven a nuestro objetivo y cuáles no, y con las que valen, construir un sistema radicalmente distinto. Que los estudios clínicos son una herramienta valiosa sería absurdo negarlo; que son la única herramienta admisible no es que sea absurdo o deshonesto, que también, sino que iría marcadamente en contra de los objetivos propuestos.

No propongo, por tanto, desterrar los estudios clínicos habituales, propongo gestionarlos de modo que se garantice su independencia y situarlos en el lugar que le correspondan en función de su utilidad precisa y limitada, y por tanto, sumándolos a otras herramientas que nos permitan complementar nuestro conocimiento para poder valorar y tomar decisiones adecuadas en función de nuestro objetivo que, como hemos dicho, no es reduccionista sino global y por tanto debe proceder de una globalidad de recursos derivados del conocimiento empírico, el razonamiento, la lógica, el saber social acumulado, la filosofía, la capacidad de síntesis entre la experiencia y lo racional, la memoria, la intuición... todo ello con la participación de todos los implicados y complementado con las medidas necesarias para contrarrestar la influencia y el control que actualmente ejercen los poderes políticos, económico y académicos.




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Delirio, enfermedad mental construida y la psiquiatría como policía de la Norma

Delirio, enfermedad mental construida y la psiquiatría como policía de la Norma 


“Recuerdo haber pensado en una oportunidad que los esquizofrénicos son los poetas estrangulados de nuestra época.”
David Cooper, Psiquiatría y antipsiquiatría (1967)
Antes que todo será necesario aclarar que cuando hablamos de delirio no le estamos dando un sentido psiquiátrico a la palabra, utilizamos el término simplemente para el entendimiento del lector, nos referimos con esté al conjunto de cuestiones que el loco experimenta en sus viajes. El delirio es el principal soporte psiquiátrico de las patologías construidas como: esquizofrenia y psicosis, no por nada en el DSM-V establece las “ideas delirantes” y las “alucinaciones” como los primeros síntomas para reconocer estas supuestas “enfermedades mentales”.
En respuesta a esto como primicia de resistencia cuestionamos la construcción de “idea delirante”, puesto que se configura como aquello que sale de la Norma y de la Razón, traducida esta ultima en la suma de entendimientos a partir consensos cognitivos, políticos y sociales que se establecen y producen principios y verdades -haría falta leer a Kant al respecto-, pero que tiene un fracaso y una falacia evidente en su construcción de origen, puesto que no hay verdad ni realidad única, son ficciones políticas, tiránicas y normalizadoras en el fin de construir está Razón, por lo cual es también funcional con lo primero: la Norma, como productora de verdades; ficciones políticas que configuran la Razón.
Lo que la psiquiatría objetiva como “síntoma: idea delirante” de una “enfermedad” puede ser cualquier producción de subjetividad o deseo disidente a los dos soportes de los que el psiquiatra es policía: la Norma y la Razón, ejemplo notable e histórico de ello es la interpretación psiquiátrica de la invención como identidades –y no prácticas sexuales- de la homosexualidad y heterosexualidad para diferenciar desde la institución médica-disciplinaria lo “sano” con lo “patológico”. A pesar de que la palabra “homosexual” fue inventada por el escritor húngaro-austriaco K.M. Kertbeny en 1869, un año más tarde –como dice Michel Foucault(1)- el psiquiatra Carl Westphal objetivo la homosexualidad como “enfermedad mental”(2) y lo declaró ser patología a tratar-curar, cuestión que se mantuvo hasta 1973 cuando debido a la presión social al respecto, la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) quitó el cuadro diagnóstico del DSM-III, lo que es considerado la “cura” más rápida de la historia médica de una “enfermedad mental”, ¿y por qué?, porque no había enfermedad, sino un régimen político heterosexual y una patología construida a partir de una práctica sexual, para soportar ese régimen primero.

Lo mismo es aplicable de forma análoga para decir que el hecho de que la psiquiatría objetive como “idea delirante” o “comportamiento catatónico” cualquier idea y comportamiento fuera la Norma para soportar la construcción de la esquizofrenia o la psicosis tiene base política y no científica. En el caso de las alucinaciones visuales o auditivas se puede argumentar de la misma forma que sobre “idea delirante”, ¿qué es la alucinación?, nuevamente: lo que escapa de consensos cognitivos, ¿son esos consensos lo “sano”?, puede ser en términos políticos de “bienestar” para el fascista, pero no científicos. Por lo cual no hay enfermedad a partir del delirio.
foucault 2
Como enemigos de la Razón y la Norma hegemónica postulamos que en cuestionar los consensos sociales, convenciones políticas y especialmente cognitivas recae una reivindicación antipsiquiátrica de locura. El delirio en conclusión es preocupante para los despliegues de poder porque reabre una linea de fuga a una convención cognitiva, a una tiranía, un desvío de lo normativo.
Escrito por Colectiva Antipsiquiatría.
antipsiquiatria@riseup.net
Fuente original: Revista Nada
Bibliografía:
(1) . La Historia de la Sexualidad, Vol 1: La voluntad del saber, Michel Foucault (1979)
(2) . Sentimiento Sexual Contrario, Carl Westphal (1870)


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Una sociedad totalitaria tiene una ciencia totalitaria (Jon Rappoport)

Una sociedad totalitaria tiene una ciencia totalitaria (Jon Rappoport)

Artículo publicado hace un año en la página de Jon Rappoport NoMoreFakeNews.com, aunque el artículo publicado aquí, traducido por Superando el sida, está tomado de https://jonrappoport.wordpress.com/2015/04/30/a-totalitarian-societ...


Una sociedad totalitaria tiene una ciencia totalitaria
Y viceversa, una ciencia totalitaria te revela que vives en una sociedad totalitaria.
por Jon Rappoport

30 de de abril 2015                                                  (Traducción Superando el sida)






El gobierno, la prensa, las mega-corporaciones, las fundaciones de prestigio, las instituciones académicas, las organizaciones "humanitarias" dicen:

"Se trata de esta enfermedad. Este es su nombre. Esto es lo que la causa. Este es el medicamento que la trata. Esta es la vacuna que la impide.

"Esta es la forma en que diagnostica. Estas son los tests. Estos son los posibles resultados y lo que significan.

"Aquí están los genes. Esto es lo que hacen. Esta es la forma en que se pueden cambiar y sustituirlos y manipularlos. Estos son los resultados.

"Estos son los datos y las estadísticas. Son correctos. No hay argumentos que los desmienta.

"Así es la vida. Estos son los componentes de la vida. Los cambios y mejorías son el resultado de nuestra gestión de los componentes.

"Este es el camino. Se rige por la verdad revelada por la ciencia. Siga el camino. Le informaremos cuando se desvíe. Le informaremos de nuevas mejorías...

.....


Ahora estamos asistiendo a la aceleración de la ciencia oficial. Por supuesto, ese término es una contradicción interna. Sin embargo, el Estado se encoge de hombros y tira para adelante.

La noción de que el Estado puede poner su sello en la ciencia favorecida, ejecutarla, y castigar a sus competidores, es anatema en una sociedad libre.

Por ejemplo: se declara que los psiquiatras pueden aparecer en el tribunal como testigos expertos, cuando ninguno de los llamados trastornos mentales que figuran en la literatura psiquiátrica se diagnostican mediante pruebas de laboratorio.

Por ejemplo: se indica que la vacunación es obligatoria, con el fin de proteger los vacunados (que se supone que son inmunes) de los no vacunados. Un absurdo descarado.

Por ejemplo: se anuncia que la ciencia del cambio climático tiene todas las dudas “resueltas”, cuando existe, de hecho, un gran número de investigadores que no están de acuerdo -Y Entonces, se elabora una legislación y se emiten órdenes ejecutivas basadas en una ciencia decididamente poco fiable.

Por ejemplo: se aprueba oficialmente el lanzamiento y la venta de drogas médicas ("seguras y efectivas") que van a matar, en una estimación conservadora, 100.000 estadounidenses cada año https://jonrappoport.wordpress.com/2014/02/09/the-starfield-revelat.... Y luego se niegan a investigar o castigar a quienes proveen  https://jonrappoport.wordpress.com/2014/05/16/why-the-fda-should-be... la aprobación de estos medicamentos (la FDA).

Por ejemplo: se permite el uso generalizado de cultivos de alimentos genéticamente modificados, sin que existan estudios a largo plazo de su impacto en la salud hu.... Y entonces, se anuncia arbitrariamente que el herbicida, Roundup, para el que muchos de estos cultivos están diseñados específicamente, no es tóxico.

Por ejemplo: se declara y promueve la existencia de diversas epidemias, cuando los virus supuestamente causantes no se ha comprobado que existan y/o no se ha demostrado que causen enfermedad en los seres humanos (Ebola, el SARS, del Nilo Occidental, la gripe porcina, etc.)

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Algunos de los me sigue llevan conmigo desde 1988, cuando publiqué mi primer libro, SIDA INC., Escándalo del siglo  Entre otras conclusiones, he señalado que el VIH no se había demostrado que causara ninguna enfermedad en seres humanos; que el fármaco de primera línea dado a los pacientes de SIDA, el AZT, era abrumadoramente tóxico; y que lo que se llama SIDA era en realidad un número diverso de condiciones inmunosupresoras.

Otros han encontrado mi trabajo más recientemente desde que empecé este sitio en 2001. Siempre vuelvo al tema de la ciencia falsa, porque es el más poderoso instrumento a largo plazo para la represión, el control político y la destrucción de la vida humana.

Les agradezco por su apoyo e interés.

Como he dicho en muchas ocasiones, la ciencia médica es ideal para el montaje y el lanzamiento de operaciones encubiertas destinadas a las poblaciones ya que parece ser políticamente neutral, sin ningún tipo de vinculación con los intereses del Estado.

Por desgracia, la ciencia médica, en muchos frentes, ha sido secuestrada... El ánimo de lucro es un objetivo, pero más allá de eso, hay un objetivo todavía más amplio:

El control totalitario.

Su objetivo es reemplazar su libertad, conciencia e inteligencia con sus propias versiones sintéticas.

Resiste!

Jon Rappoport


[ Superando el SIDA webgunetik hartua]

Los antipsicóticos a largo plazo, el sentido de las pruebas con la aportación del estudio holandés de seguimiento

Los antipsicóticos a largo plazo, el sentido de las pruebas con la aportación del estudio holandés de seguimiento; de Joanna Moncrieff

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Uno de mis recuerdos más fuertes, cuando era estudiante de medicina, hace referencia a una joven que fue traída a un hospital del norte de Inglaterra en la década de 1980. Confundida y asustada, refirió muchas ideas fragmentadas acerca de que tenía un aparato implantado en su cuerpo y que sentía que estaba siendo observada y manipulada por fuerzas inespecíficas pero malignas. Se le dieron antipsicóticos, la dosis fue aumentada gradualmente, y se volvió cada vez más tranquila, sumisa, sin emociones, sin expresión y físicamente débil. Para mí, ella parecía vacía y sin vida en comparación a lo que había sido antes, aunque es cierto que sufría menos. Hubo acuerdo en que estaba “mejor”.
Los casos como este, y los de otros muchos pacientes que deambulaban por las salas traseras de los antiguos manicomios, pronto me convencieron de que los fármacos antipsicóticos fueron correctamente considerados como una camisa de fuerza química, tal como Thomas Szasz y otros los describieron. Producen un estado artificial de restricción neurológica que afecta tanto al cuerpo como a la mente. Las dosis más bajas, como a menudo se utilizan hoy en día, indican que los efectos inducidos por estos fármacos son más sutiles que antes, pero aun con todo existen.

Por otro lado, los trastornos mentales graves pueden prolongarse y ser incapacitantes. Revisando los registros hospitalarios previos a la época de los fármacos modernos, se ve que algunas personas nunca se recuperaron y pasaron su vida en un estado de confusión y de deterioro, no pudiendo cumplir con sus funciones más básicas, o ni siquiera comunicarse con alguna persona de su entorno. Actualmente, veo alguna vez a personas que han permanecido en este tipo de estado durante muchos años  y alguno de ellos había recibido poco tratamiento farmacológico o ninguno.
Hay veces en que el uso de fármacos antipsicóticos parece producir la suficiente supresión para que las personas puedan dejar de lado sus preocupaciones psicóticas y volver a conectar con el mundo exterior. Los efectos de abotargar la emoción de los fármacos son particularmente relevantes aquí. Pierre Deniker, uno de los primeros psiquiatras franceses que utilizaron la clorpromazina en los años 1950, describió que la gente que tomaba antipsicóticos simplemente perdía interés en sus delirios (1).
En la década de 1950, cuando los fármacos que ahora llamamos “antipsicóticos” estuvieron disponibles por primera vez, los psiquiatras los reconocieron como sustancias tóxicas que tenían la capacidad de suprimir pensamientos y emociones, sin poner simplemente a dormir a la persona, como lo hacían los antiguos sedantes. La restricción mental producida por los medicamentos se entendió como parte de un estado general de inhibición física y mental de un modo que se asemejaba a la enfermedad de Parkinson. Los primeros psiquiatras no dudaban que este estado de restricción neurológica era potencialmente dañino para el cerebro (1), como después Peter Breggin, en repetidas ocasiones lo señaló, aunque con poco éxito. Sin embargo, la corriente principal de la psiquiatría se sintió incómoda con la idea de que su tratamiento fundamental funcionaba porque era un tóxico neurológico. Los fármacos pronto se transformaron, de forma oficial, en sofisticados tratamientos que tenían como objetivo un desequilibrio químico subyacente u otra anomalía, a pesar de que no había, y todavía no hay, pruebas convincentes de que este sea el caso.
Cuando se entienden los fármacos antipsicóticos al modo antiguo resulta obvio que recibir tratamiento durante años y años puede tener consecuencias nefastas. Sin embargo, esta pauta se convirtió rápidamente en la habitual para las personas diagnosticadas con una enfermedad mental grave, desde que se introdujeron estos fármacos en la década de 1950. Y al día de hoy sigue siendo la norma. Las directrices actuales insisten en que “el tratamiento a largo plazo está indicado para todos los pacientes con esquizofrenia” (2). La creencia actual de que los antipsicóticos son tratamientos que rectifican una anomalía subyacente ayudó a borrar el recuerdo de sus efectos incapacitantes, y con ello se convenció a la comunidad psiquiátrica de que era necesario y benéfico el tratamiento a largo plazo.
Actualmente, creo que los medicamentos antipsicóticos pueden ser útiles en la supresión de los síntomas psicóticos, y que en algunos casos, cuando las personas se ven acosadas ​​por estos síntomas de forma continuada, la vida con tratamiento farmacológico a largo plazo, a pesar de todos sus inconvenientes, puede ser preferible a una vida sin ellos. Pero la mayoría de las personas que experimentan una crisis psicótica tiende a recuperarse. Y en esta situación  se recomiendan los antipsicóticos,  no sobre la base de que proporcionan alivio a los síntomas severos, sino debido a que se afirma que reducen el riesgo de recaída.
Pero aquí hay dos problemas. En primer lugar, los estudios que proporcionan pruebas de que el tratamiento antipsicótico reduce las recaídas son deficitarios por varias razones. No comparan a las personas que inician el tratamiento a largo plazo con las que no lo hacen, sino que comparan a las personas que son retiradas de los antipsicóticos que los han estado tomando durante mucho tiempo, por lo general bruscamente, con quienes continúan tomándolos. Por lo tanto, estos estudios pueden estar afectados por el hecho de que las personas que dejan el tratamiento farmacológico, sobre todo después de haber estado tomándolo durante algún tiempo, es probable que noten los efectos relacionados con la abstinencia, que sabemos que incluye agitación, insomnio y ocasionalmente síntomas psicóticos (este estado a veces se ha denominado psicosis por hipersensibilidad). Además, las diferencias en las tasas de recaída seguramente han sido exageradas en estos estudios, especialmente porque la recaída se ha definido con frecuencia como un modesto deterioro en la condición general o en los síntomas. Por otro lado, los estudios no suelen durar más de seis meses, y de hecho los estudios que duran más de un año muestran una disminución de la diferencia en las tasas de recaída entre las personas que reciben tratamiento de mantenimiento y aquellas a las que se les retiró de su antipsicótico (3).
El otro problema fundamental de estos estudios es que proporcionan poca o ninguna información distinta a la recaída. Después de que la persona ha tenido una recaída ya no es objetivo de seguimiento a más largo plazo, y rara vez se han realizado intentos de evaluar cómo las personas están realmente funcionando. Junto a la definición tan laxa de recaída que ha sido usada en la mayoría de los estudios, esto puede significar que las personas podrían estar globalmente peor con el tratamiento farmacológico continuado de lo que habrían estado sin el, incluso aunque hubieran experimentado una ‘recaída’. Y como los datos no han sido recogidos, simplemente no lo sabemos.
Sin embargo, alguna otra evidencia nos puede indicar que este podría ser el caso, como el estudio de cohortes a largo plazo de Martin Harrow, que demuestra que las personas que toman antipsicóticos durante largos períodos tienen menores tasas de recuperación que aquellos que no lo hacen (4). Esto ha sido ignorado por la psiquiatría que se ha obsesionado tanto con los ensayos aleatorizados y controlados. Aun si las pruebas no dicen lo que se necesita saber, y si estos datos son los que tenemos, entonces deberían dictar la práctica. Aquellos que querrían defender el tratamiento antipsicótico a largo plazo podrían señalar que la gente del estudio de Harrow que no tomaba antipsicóticos podría haber estado menos afectada al inicio del mismo. Dado que no fue un ensayo aleatorizado, que comparaban a personas  tratadas con fármacos y personas no tratadas, no se comparaban condiciones semejantes.
Por ello, los resultados del seguimiento a largo plazo con un ensayo aleatorizado y controlado realizado en los Países Bajos son muy importantes. Este estudio, que Bob Whitaker ha descrito en detalle en su blog recientemente, en el que participaron personas que se habían recuperado de un primer episodio de psicosis fueron asignadas al azar, a tratamiento de “mantenimiento” habitual con antipsicóticos, o a otro grupo en el que los  antipsicóticos se redujeran de forma flexible y se suspendieran si fuera posible. Después del primer episodio de seguimiento a los 18 meses, el doble de personas habían recaído en el grupo de discontinuación respecto al grupo de mantenimiento, aunque sólo el 20% del grupo de discontinuación había detenido efectivamente la toma de antipsicóticos en este momento (5).
Siete años más tarde, sin embargo, no hubo diferencia en las tasas de recaída, y los niveles de síntomas psicóticos fueron similares en ambos grupos, pero la gente en el grupo que tenía la estrategia de discontinuación tenía más del doble de probabilidades de haberse recuperado desde una perspectiva funcional. En ese momento, el 42% del grupo que había sido asignado al programa de interrupción de antipsicóticos, y el 24% de los que fueron asignados a tratamiento de mantenimiento con antipsicóticos, habían interrumpido la toma de antipsicóticos o estaban tomando sólo dosis bajas (menos de 1 mg por día de haloperidol o dosis equivalentes de otros antipsicóticos). Tenían mayor probabilidad de mostrar recuperación sintomática y funcional que quienes se quedaron con las dosis estándar de antipsicóticos (6).
Este estudio proporciona una confirmación provisional de que el uso de antipsicóticos a largo plazo deteriora la capacidad de las personas para funcionar, y esto es exactamente lo que deberíamos esperar de fármacos que inhiben los procesos mentales y la actividad nerviosa. El estudio también muestra que si se reducen las dosis de antipsicóticos de una forma gradual y sostenida, las personas se encuentran mejor a largo plazo. Algunos logran dejar los antipsicóticos completamente y funcionan bien, y en general, no van a sufrir mayores niveles de síntomas o recaídas que si hubieran permanecido con el nivel inicial de medicación.
Como Bob Whitaker y otros en esta Web han subrayado, este estudio debería cambiar radicalmente la forma en que se utilizan los antipsicóticos. Estos no son medicamentos inocuos, y las personas deben tener la oportunidad de probar si pueden defenderse sin ellos, tanto durante un episodio psicótico agudo como después de la recuperación de una crisis. Si los psiquiatras no hubieran olvidado las lecciones del pasado, y si hubieran estado dispuestos a reconocer lo que hacían los medicamentos mirando con sus propios ojos, habría llegado a esto hace mucho tiempo.
13 de agosto del 2013
Este blog se basa en el material del nuevo libro de Joanna Moncrieff sobre antipsicóticos, que se editará en septiembre titulado “Las píldoras más amargas: la inquietante historia de los fármacos antipsicóticos” (The Bitterest Pills: the Troubling Story of Antipsychotic Drugs; Palgrave Macmillan).

Fuente:
http://www.madinamerica.com/2013/08/long-term-antipsychotics-making-sense-of-the-evidence-in-the-light-of-the-dutch-follow-up-study/

References:
(1)    Deniker P. Experimental neurological syndromes and the new drug therapies in psychiatry. Compr Psychiatry 1960 Apr;1:92-102.
(2)    Hasan A, Falkai P, Wobrock T, Lieberman J, Glenthoj B, Gattaz WF, et al. World Federation of Societies of Biological Psychiatry (WFSBP) guidelines for biological treatment of schizophrenia, part 2: update 2012 on the long-term treatment of schizophrenia and management of antipsychotic-induced side effects. World J Biol Psychiatry 2013 Feb;14(1):2-44.
(3)     Leucht S, Tardy M, Komossa K, Heres S, Kissling W, Salanti G, et al. Antipsychotic drugs versus placebo for relapse prevention in schizophrenia: a systematic review and meta-analysis. Lancet 2012 Jun 2;379(9831):2063-71.
(4)    Harrow M, Jobe TH, Faull RN. Do all schizophrenia patients need antipsychotic treatment continuously throughout their lifetime? A 20-year longitudinal study. Psychol Med 2012 Feb 17;1-11.
(5) Wunderink L, Nienhuis FJ, Sytema S, Slooff CJ, Knegtering R, Wiersma D. Guided discontinuation versus maintenance treatment in remitted first-episode psychosis: relapse rates and functional outcome. J Clin Psychiatry 2007 May;68(5):654-61.
(6) Wunderink L, Nieboer RM, Wiersma D, Sytema S, Nienhuis FJ. Recovery in Remitted First-Episode Psychosis at 7 Years of Follow-up of an Early Dose Reduction/Discontinuation or Maintenance Treatment Strategy: Long-term Follow-up of a 2-Year Randomized Clinical Trial. JAMA Psychiatry 2013 Jul 3.

El gobierno de Reino Unido oculta los peligros de las vacunas: Documentación censurada


El gobierno de Reino Unido oculta los peligros de las vacunas: Documentación censurada
Los miembros del Comité sobre Vacunación e Inmunización que asesora al gobierno británico, así como otras agencias y miembros del Departamento de Salud conocían los graves peligros y la falta de eficacia de las vacunas y a pesar de ello las aprobaron e incluyeron en el calendario vacunal británico ocultando al público información importante y trascendente.
[No disponemos de la misma evidencia para el resto de países. Lo que sí sabemos es que las vacunas que se administran son prácticamente las mismas en casi todo el mundo -España incluida. Que cada cual imagine qué normativas, códigos éticos y derechos fundamentales se han pisoteado en cada país.]


Así lo ha desvelado una minuciosa investigación de la Dra. Lucija Tomljenovic, llevada a cabo a partir de las actas de reuniones de estas agencias en los últimos treinta años y cuyas conclusiones dio a conocer en la Conferencia Científica de la Sociedad Británica para Medicina Ecológica, en marzo de 2011.

Poco después, gran parte de los documentos —que se encontraban en la web del gobierno, al haberse solicitado mediante la Ley de Libertad de Información— fueron retirados. No obstante, la Dra. Tomljenovic nos los proporcionó durante la entrevista que mantuvimos con ella para la elaboración de un artículo para la revista Discovery DSalud y nos dio permiso para colgarlos en este blog.


ACTAS DE REUNIONES RETIRADAS DE LA WEB DEL GOBIERNO:

CSM: Committee on Safety of Medicines (Comité sobre Seguridad de los Medicamentos).
JCVI: Joint Committee on Vaccination and Immunization (Comité Adjunto sobre Vacunación e Inmunización).
ARVI: Joint Sub-Committee on Adverse Reactions to Vaccinations and Immunizations (Sub-Comité Adjunto sobre Reacciones Adversas a Vacunaciones e Inmuinizaciones).



Reuniones conjuntas CSM/JCVI/ARVI:


Reuniones del JCVI:




En la imagen, página de una de las actas retiradas y que se habían solicitado mediante la Ley de Libertad de Información. Esta ley obliga a colgar en la web del gobierno los documentos solicitados y así se hizo en un principio -aunque con tachaduras en gran parte de las hojas. Tras la publicación del artículo de la doctora Tomljenovic, fueron retiradas de la red.


Otros documentos retirados:
Estudio de Mercado sobre la actitud de los padres ante elcambio del calendario para administrar juntas 6 vacunas (documento completo).
Más información:
Las vacunas constituyen un engaño intencionado
Jesús García Blanca. Discovery DSalud, núm. 167, enero, 2014.