«El capitalismo ha hecho del ocio un
negocio, y la fuerza del encanto de la industria del turismo descansa en
su capacidad de negar precisamente su carácter industrial, sometido por
tanto a las reglas de un productivismo y un consumismo que no conocen
fronteras, haciendo caso omiso de la idiosincrasia de huéspedes y
anfitriones. La movilidad turística está al servicio del consumo del
mundo. El turista, que en sus primeros pasos era un experimentador
existencial, se ha convertido muy pronto en un consumidor geográfico. El
turismo, tantas veces presentado como la versión ideal de la movilidad
contemporánea, merece ser examinado a la luz de la inteligencia
crítica».
Muy pronto en sus librerías…
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