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Amigxs hispanohablantes: les compartimxs una nota desde “Canadá” para informarles algo que muy probablemente no saldrá en los medios comerciales de comunicación de lengua castellana. Con profunda indignación y vergüenza, debemos compartir esta grave noticia para los pueblos indígenas de las Américas.
Hace pocos días se dio a conocer que los restos de 215 niños y niñas indígenas fueron encontrados en una fosa común en el emplazamiento de un antiguo internado en la provincia de Columbia Británica. Algunxs de lxs niñxs tenían sólo tres años. El servicio forense todavía no ha terminado la identificación de los cuerpos – si fuese posible identificarlos. Las muertes nunca fueron declaradas ni siquiera a los familiares. Se trata de casos de maltrato, de negligencia criminal institucional y/o hasta de desaparición forzada que podrían considerarse como casos de genocidio.
El internado de Kamloops, donde se hallaron los cuerpos, funcionó entre 1890 y 1969 y es solo uno de los casi doscientos internados (en francés: “pensionnats autochtones”; en inglés: “Indian residential school”) manejados por congregaciones religiosas en el marco de un plan oficial del gobierno colonial de erradicación de los primeros habitantes de los territorios que se conocen hoy día como Canadá. Estos internados, cuyo objetivo era “matar al Indio en el niño” (como decía John A. MacDonald, considerado como el padre de la confederación canadiense). Separaban a lxs niñxs de sus familias y les prohibían hablar su propia lengua. Los internados existieron desde la década 1820 hasta la de 1990 – el último en 1996.
Aunque aún se desconoce las causas de las muertes de lxs niñxs, ni los años de su deceso, pero durante la última década y por todo el país, miles de testimonios de supervivientes han sido recopilados tanto por comunidades como por comisiones gubernamentales a fin de esclarecer los hechos históricos. Se habla de condiciones de vida extremadamente difíciles, de hambre, de enfermedades, de trabajo forzado. Además de haberles despojado de su ropa tradicional y de controlar su cuerpo, obligándolos a cortarse el pelo y a cambiar de nombre. Se les obligó a renunciar e incluso a odiar su identidad. Hablamos de abuso emocional y físico por parte de los religiosos; incluyendo violaciones sexuales practicadas a larga escala.
Fue la jefa Rosanne Casimir, de la Primera Nación Tk’emlups te Secwépemc que dio a conocer la noticia, refiriéndose a “una pérdida impensable”. Destaca que ahora se emprende un camino “extremadamente doloroso”, que consiste en la identificación de los cuerpos. Una nota periodística informa que “las autoridades tradicionales quieren llevar a cabo este desgarrador proceso para poder contar las historias de lxs jóvenes y aportar algo de tranquilidad a sus familias”.
Nos solidarizamos hoy con el dolor de las comunidades indígenas de la Isla de la Tortuga, para quienes esta noticia no es, por desgracia, una sorpresa, ya que revive traumas muy arraigados. Este difícil momento no hace sino reforzar nuestra convicción de que hay que contar la verdad sobre la historia de este país, de que ya es hora de cumplir con justicia, reparaciones y reconocimiento (#LandBack) y de que hay que combatir el colonialismo en todas sus formas.
Amor, rabia y justicia
Gracias por compartir en sus redes.
Firmado : Christine Brault, Isabelle Gauthier, Jameela Jeeroburkhan, Joyce Portilla, Karine Vanthuyne, Marie-Dominik Langlois, Marie-Hélène Côté, Mary Ellen Davis, Roberto Nieto, Romina Hernández, Roxana Paniagua, Sarita Ahooja y Claude Rioux (a quien se deben las imperfecciones lingüísticas)
En esta foto compartida en Twitter por Kanahus Manuel (@KanahusFreedom), se distingue Catherine Billy, Secwépemc de la llamada Reserva India del Lago Adams, viendo cómo se llevan a su hija Irene Billy al Colegio Residencial Indio de Kamloops. Irene Billy se convirtió en una defensora de la tierra de los Secwepemc y incluso fue arrestada por ello.
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