TRABAJADORES LIBRES. NI EXPLOTADOS NI EXPLOTADORES

BazetorreNK berriro ere Felix Rodrigo Mora ( Esfuerzo y servicio ) bere testu polemiko hauetako batekin, polemikoa agian bai baina oraingoan ere gezurrik esaten al diNK?

TRABAJADORES LIBRES. NI EXPLOTADOS NI EXPLOTADORES


      En Europa, por su condición de gran potencia (aunque ya en irremediable declive), un elevado porcentaje de la población “popular” no vive de su trabajo. Hay un sector parasitario cuyas condiciones de existencia, basadas en subsidios, “ayudas sociales” y subvenciones, estatales y de la UE, se aproximan a las del lumpen. Otra porción recibe emolumentos en demasía crecidos por trabajos a menudo de confusa y dudosa utilidad social. Todos ellos consumen lo que no producen.

En eso se equiparan con la burguesía y el aparato de Estado, que asimismo viven de lo que otros crean con su trabajo. Todos unidos forman el bloque de los explotadores.

Grecia ha revelado esta cardinal cuestión. Allí, supuestamente, chocan dos posiciones, la de la Troika, que exige devolver los préstamos, y la socialdemócrata, que se resiste verbalmente a ello, reivindicando que el sistema de subsidios elevados, pensiones jugosas, salarios inflados y demás prebendas institucionales se mantenga, según una interpretación reaccionaria e inmoral de la cuestión social.

Ahora todo está más claro, al haber quedado probado que Syriza es el novísimo instrumento de la Troika para imponer al pueblo griego sus leoninas demandas. A día de hoy aquél, en tanto que partido en el gobierno, está devolviendo escrupulosamente el dinero recibido, conforme a las indicaciones del Estado-capital alemán, para lo que introduce los cambios económicos, fiscales, administrativos, legales y represivos[1] necesarios. Esto daña notablemente el nivel de vida de las clases modestas.

Queda una cuestión por dilucidar, ¿se puede dar respaldo a quienes desean vivir del trabajo ajeno, a quienes se perciben a sí mismos como consumidores pero no, o mucho menos, como trabajadores? Porque un asunto esencial está no en el ámbito de lo financiero, en si la Troika consigue más o menos ganancias, sino en el de la realidad política y moral más básica, a saber, si es justo que un país viva de lo que no produce.

¿Es admisible subsistir con lo que otros crean?, ¿se puede llevar una vida de consumo, sin aportar lo bastante? Quienes simplemente plantean no pagar la deuda fallan en un punto decisivo, a saber, que no devolver los préstamos dejaría al pueblo griego con una cantidad de numerario que sería destinada a adquirir productos -conviene repetirlo- no elaborados por las clases populares de ese país.

El dinero no es verdadera riqueza, al no satisfacer ninguna necesidad por sí mismo. Se usa como medio de pago para conseguir bienes que son el trabajo materializado de otros asalariados. La Troika no produce nada, sólo controla los recursos financieros, pero nadie vive por ellos (el dinero no es comestible) sino de lo que se logra en el mercado con ellos, alimentos, vivienda, ropa, etc. Nada de eso lo produce la Troika. Por tanto, la gresca por “redistribuir” los fondos monetarios deja sin aclarar que cada cual debe vivir, para no ser un explotador, de su trabajo.

Así es, toda persona ha de subsistir de su esfuerzo productivo, y todo país también. Hay que crear una sociedad donde el trabajo sea universal, tarea de toda la población, hombres y mujeres, sin que nadie escape a esa obligación o deber social. Una sociedad donde no haya parásitos, donde no existan burgueses ni lumpen ni trabajadores privilegiados ni cazasubvenciones ni aparato estatal ni subsidiados, sólo trabajadores.

En el pasado el movimiento obrero exigía trabajo y no prestaciones o pensiones, deseaba ser a partir del propio esfuerzo y al mismo tiempo luchaba por poner fin al régimen salarial junto con la totalidad de la explotación capitalista a través de la revolución social, para crear un orden universal de trabajadores honrados, autosuficientes, orgullosos de sí mismos, virtuosos y creadores de riqueza.

Eso era en el pasado. Hoy los caudillos de la izquierda paleomoderna hacen del asistencialismo estatal y el consumo improductivo el meollo de un concepto perverso y ya además disfuncional de la “justicia social”. Pretenden convertir, dicen, a extensas capas de la población en consumidores puros, negándoles la dignidad y grandeza del trabajo. Con ello les hace además explotadores de los trabajadores de otros países, en particular del Tercer Mundo, que son quienes aportan la inmensa masa de valor económico, de bienes útiles, que las clases parasitarias “populares” europeas no elaboran[2].

El trabajo asalariado es degradante de manera descomunal, en efecto, pero aún lo es más existir en la molicie y en el abandono del fundamental deber de ser útiles a uno mismo y a la sociedad. Trabajar, además de un imperativo político y moral, es una necesidad para autoconstruirse como personas de calidad, autónomas, soberanas, rectas, fuertes, competentes y libres. Eso es justamente lo que niega la socialdemocracia con su horrenda política de “pan y circo”. Ha hecho del dinero institucional dado a plebe y las prestaciones “sociales” un modo de dominación, otro más.

Pero no hay que dejarse engañar por la demagogia politiquera, pues Europa ya no está en condiciones de mantener los elevados grados de improductividad y parasitismo de hace sólo un decenio: Grecia es la prueba. Agobiada por la competencia de las potencias emergentes, con una base económica en buena medida ineficiente, baqueteada por la gran depresión de 2008/2014, con unos aparatos estatales crecientemente endeudados y un sistema bancario que necesita de periódicas inyecciones de numerario estatal, la UE ya no puede utilizar a tan gran escala como antes el dinero en tanto que elemento de podredumbre, sumisión y prostitución.

Lo que Syriza está haciendo en Grecia, desmontar la sociedad de consumo para poner en su lugar una hórrida sociedad de la pobreza con trabajo incesante y derechos laborales y sociales sustantivamente reducidos, inspirada en la de China (país, no se olvide, dirigido por un partido comunista), lo hará en España Podemos y la izquierda (española e “independentista”) en quizá 15-20 años. Esa transición del parasitismo a la sobreexplotación sólo puede efectuarla la izquierda.

La izquierda presenta demagógicamente al Estado como un pozo sin fondo, del que se pueden sacar recursos y más recursos para, supuestamente, hacer asistencialismo. Pero eso es cada día más irreal. La deuda del ente estatal español ha subido de 592.000 millones de euros en 2007 a 1.067.000 millones en 2015, el 98% del PIB. El ascenso del endeudamiento no puede mantenerse indefinidamente.

En la UE no sólo Grecia sino también Italia y Portugal están más endeudados que España mientras que Francia se aproxima. Estos países quedan obligados a reorganizar completamente su economía. Lo cierto es que todos los de la UE tendrán que hacerlo en los próximos decenios. La retórica de los jerarcas de la izquierda es un cruel y desvergonzado engaño, pues promete incrementar el número y solvencia de los subsidiados cuando en realidad lo que planea hacer es una nueva revolución industrial, con todos sus horrores.

La conclusión final es doble. Primero, no basta con no ser explotados pues hay que oponerse activamente también a ser explotadores. Segundo, la transformación revolucionaria de la sociedad y el fin del capitalismo únicamente la pueden hacer aquéllos que vivan del propio esfuerzo, no parásitos despilfarradores, perezosos, hedonistas e inmorales. El motivo último de todo ello es que el proyecto de revolución social integral no se fundamenta en intereses sino en valores.


[1] El gobierno de Syriza, al encontrar una oposición creciente a su servil política pro-Troika, está acudiendo a la represión, lanzando a la policía contra quienes protestan. La violencia policial es uno de los componentes del populismo “anticapitalista” del sur de la UE, que su “partido hermano” español usará al por mayor en cuanto tenga poder gubernamental. Otro asunto sustancioso es que el gobierno de A. Tsipras está sacando adelante su política en el parlamento porque vota a su favor la derecha, dado que una parte de su partido no lo hace. Por tanto, ¿en qué queda la supuestamente decisiva distinción izquierda/derecha?, ¿para qué sirve votar?, ¿qué sentido tiene la participación en las instituciones? Finalmente, los disidentes de Syriza, si desean ser creíbles, tienen que pasar de la fácil y mendaz demagogia que les caracteriza a formular un proyecto y programa de revolución holística para Grecia.

[2] La línea de los jefes y jefas de toda la izquierda es, de facto, la explotación de los pueblos y países pobres del planeta, como viene haciendo Europa desde hace siglos. El alto nivel de consumo parasitario que proponen no tiene otra realización práctica posible. Tal proyecto lo ocultan tras una demente verborrea “antirracista”, expresión de la peor hipocresía y maquiavelismo, en donde dominan formulaciones como “mestizaje” y “multiculturalidad”. Sólo quien es antiimperialista puede ser antirracista sin comillas. Para lo ello hay que repudiar la noción de gasto material improductivo máximo, sumándose al concepto de consumo mínimo de bienes materiales y máximo de bienes espirituales, propio del proyecto y programa de la revolución integral. Únicamente desde éste puede darse un antirracismo real.

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