Visiones del futuro (y no son distópicas): reflexiones sobre un encuentro en Tamera

Visiones del futuro (y no son distópicas): reflexiones sobre un encuentro en Tamera


Domingo 18 de agosto, 23:30 horas. Me siento en la hierba seca de uno de los jardines de la ecoaldea de Tamera donde las tomateras comparten espacio con plantas autóctonas de pequeñas flores. Cientos de grillos cantan. Hay sólo unas pocas luces en todo el terreno por el que se encuentras desperdigadas las casas de la comunidad, las caravanas de los voluntarios y unos pocos edificios hechos de balas de paja. Una fuerte sensación me invade en esos momentos: esto es sostenible, la sostenibilidad es posible y la estoy viviendo. Siento como si me estuviera asomando a un futuro en armonía con el planeta por la mirilla de una puerta: ¡existe! ¡esto es hacia donde tenemos que ir!
Si… ya lo sé. Quizá me equivoque. Es preciso hacer bien las cuentas para saber si esa ecoaldea es realmente sostenible. Habría que estudiar su huella ecológica, habría que analizar si su modelo se puede mantener sin combustibles fósiles, si hay suficientes tierras para escalar este modelo a toda la humanidad…pero, a simple vista, resulta enormemente prometedora.

Tamera es una ecoaldea creada por una comunidad alemana que se asentó en Portugal hace más de 40 años. En ella se ha realizado una labor de regeneración que ha conseguido crear un oasis verde en el árido terreno del Alentejo portugués. Todo el diseño se ha inspirado en los principios permaculturales: bosques comestibles, huertas ecológicas, bioconstrucción, baños secos, cocinas solares… Con todo esto, consiguen mantener a una comunidad de 200 personas (más los 200 visitantes que nos juntamos en el encuentro) con un impacto ambiental mínimo y una calidad de vida más que aceptable en espacios limpios, bien organizados y bellos.

No sé si es porque me estoy haciendo mayor, pero cada vez valoro más que las cosas estén bien hechas desde el punto de vista material.  Creo que la ecología no puede basarse en dejar que las huertas se llenen de cardos y las casas de cucarachas, tenemos que buscar un futuro que esté en armonía con el planeta, pero también cubra nuestras necesidades de confort y belleza. Y, quizá por ser alemanes sus fundadores, Tamera tiene esa excelente organización y ese cuidado de lo técnico que le permiten encontrar tener niveles de confort elevados con un impacto ambiental realmente bajo.
No sé si Tamera es autosuficiente y, desde luego, todas las personas que pasan por ella requieren transporte. Pero tampoco está concebida como una comunidad autosuficiente sino como un centro de investigación y educación para la paz que realiza encuentros, como Defend the Sacred,  al que asistí me dejó enormemente impresionada.

En él nos juntamos 400 personas de todo el mundo, la mayor parte activistas ecologistas de una u otra forma.  El objetivo del encuentro era juntar voluntades para reaccionar ente la crisis ecológica global, inspirándose en las reivindicaciones de los pueblos originarios norteamericanos que defienden sus territorios sagrados ante las explotaciones petroleras. La organización del evento fue impecable, los ponentes (traídos de lugares tan diversos como las favelas brasileñas, las comunidades campesinas suramericanas y africanas, Palestina, Israel, el Kurdistán, Extintion Rebelion o las reservas Sioux) fueron magníficos y la concentración de personas comprometidas y extraordinarias entre los participantes, enorme.

Lo original del encuentro consistió en abordar la crisis global, no desde los datos científicos (que todos los participantes conociamos sobradamente), sino desde lo emocional, lo humano… y también lo espiritual, a pesar de lo pantanoso que resulta hablar de espiritualidad en estos tiempos.
El encuentro, además de ponencias y debates, tuvo sus rituales, sus canciones, sus meditaciones, sus reflexiones en grupo… todas esas cosas que, en el fondo, hacen todas las religiones y me recordaban a las dinámicas de los grupos cristianos en los que participé en mi adolescencia. Pero, por detrás, no tenía doctrina ni sermón, ni tampoco teorías new age sobre cómo resolver los problemas personales con una teoría salvadora o “elevar la energía vibracional de los siete chakras”. Utilizaban una espiritualidad laica y sencilla que podía hacer sentir cómoda a cualquier persona independientemente de sus creencias religiosas (o ateas).

También tuvo dinámicas de reflexión desde lo emocional, que me resultaron enormemente interesantes como activista, ya que todas las personas que estamos en contacto con los apabullantes problemas globales sentimos grandes dosis de angustia y ansiedad que no siempre sabemos manejar. Pero lo que más me gustó de Tamera es que su espiritualidad no servía para flotar en las nubes. Allí estaban personas que convivían diariamente con la violencia más extrema y sus testinonios que nos forzaban a tocar el duro suelo de la injusticia social. La sacralidad de la naturaleza tampoco servía para ocultar la realidad económica y se hablaba claramente de que el problema es el capitalismo global expansivo y extractivista.

Una de las cosas que más reticencias ha levantado de esta comunidad ha sido su apuesta por trabajar la sexualidad y el amor libre. A pesar de que sobre ello no se habló en el encuentro y no me atrevo a juzgar sus iniciativas, sí observé que el tema se trataba con gran delicadeza, teniendo como base el respeto a la persona y como herramienta la honestidad, lo que me hace pensar que también en este tema esta comunidad está siendo muy valiente y equilibrada sin convertir el amor libre en la instrumentalización del sexo o la justificación de perversiones. Quizá la apuesta de esta comunidad por trabajar la sexualidad en lugar de dejarla escondida, sea una de las claves de su éxito, ya que es asombroso que haya sobrevivido 40 años sin que los problemas personales la hayan destruido, como ha sucedido con tantas otras iniciativas.

Realmente me ha gustado Tamera y, aunque supongo que tiene sus puntos débiles como toda obra humana, creo que es un proyecto extraordinario donde se ha hecho un trabajo muy serio y honesto que merece la pena estudiar con atención y respeto. Lo que más me ha gustado de esta iniciativa es lo completa que es. Sus fundadores comenzaron en el mayo del 68 bebiendo del marxismo, pasaron por el movimiento hippie tomando de él el pacifismo y la sexualidad libre, incorporaron el discurso de la alterglobalización, pusieron en práctica la permacultura, trabajaron el feminismo y el cuestionamiento de los esquemas patriarcales en la convivencia, conocen la importancia de la espiritualidad y la gestión emocional en las comunidades pero no descuidan lo técnico, lo material o lo político…  Creo, realmente, que estamos ante un gran trabajo colectivo que, desgraciadamente es muy poco conocido en este lado de la Península Ibérica.

Al terminar el encuentro pensé que el subidón de energía que los tres intensos días habían provocado podía terminar desinflándose sin dejar poso, pero, unas semanas más tarde, creo que no ha sido así. El encuentro me sirvió para sentir que somos muchas las personas conscientes de la crisis global que queremos utilizar lo mejor de nosotras mismas para sacar adelante esta difícil transición y ese sentirse acompañadas en lo emocional y en lo espiritual creo que es muy importante. También me sirvió para experimentar una forma de vida sostenible, comunitaria y pacífica que funciona, lo que hace un poco más fácil visualizar esa transición ecosocial tan inmensamente dificil en la que nos encontramos. Animo a todos los lectores y lectoras a acercarse al bajo Alentejo para conocer este proyecto tan interesante.

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