Agricultura postindustrial, Jairo Restrepo: “cuanto más nos alejamos del bosque más nos acercamos a la industria"

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Agricultura postindustrial, Jairo Restrepo: “cuanto más nos alejamos del bosque más nos acercamos a la industria"


Llevo alrededor de 5 años intentando encontrar un autor capaz de apreciar tanto el valor de los bosques en la agricultura postindustrial como la forma de iniciar la recuperación de los mismos. Todo un hallazgo personal. Espero que disfrutéis del artículo.
P. Heracleo

Jairo Restrepo: “Escuche al ingeniero agrónomo y después haga lo contrario” - Atlántica XXII

Jaime Santos / Periodista.

Jairo Restrepo ante el cartel del pueblo del que es oriundo su apellido
Jairo Restrepo se enamora en un instante de ese refrán asturiano que dice “Dios y el cucho pueden mucho, pero sobre todo el cucho”, y lo repite en voz alta para tratar de memorizarlo mientras come con el grupo de personas que desde varios lugares de España se acercaron recientemente a Tapia de Casariego para seguir sus enseñanzas de agricultura respetuosa. En el marco de la Fundación Edes, cerca de Salave, rodeado de huertas e invernaderos, Restrepo imparte su renombrado curso “El ABC de la agricultura regenerativa” ante un nutrido grupo de productores, neorrurales y agricultores ecológicos que siguen con pasión sus revolucionarias enseñanzas, las mismas que imparte con enorme éxito en varios países del mundo aunque él prefiera denominarlo “otro curso de mierda”.
“Dios y el cucho pueden mucho, pero sobre todo el cucho”, se maravilla una y otra vez. No en vano su organización se llama “La mierda de vaca” y el eslogan que lo acompaña “Con agua y mierda no hay cosecha que se pierda”. Y con ese punto de partida Restrepo carga sin compasión contra la mal llamada “revolución verde”, esa moda para urbanitas que llena nuestros supermercados de productos etiquetados como bio eco, que son a su modo de ver “prácticas corruptas” de la industria para robar a los campesinos su verdadera soberanía alimentaria. “Los certificadores son corruptos porque trabajan para las grandes multinacionales, inventando cada año nuevos productos para saquear el bolsillo del agricultor”.
“Cuando se hacen cálculos sobre cuánto nos ahorran los productos industriales que salvan cosechas, son cálculos hipócritas, cálculos en los que no se asumen los costes que causa la degradación del medio”, explica el agrónomo colombiano a sus alumnos. “No se calculan los seis años que como media se tarda en desarrollar un nuevo principio activo ni las más 9.000 sustancias necesarias. Para purificar un metro cúbico de agua (1.000 litros) en los que se haya vertido un litro de veneno es necesario invertir 800 dólares. ¿Quién va a asumir ese coste, la industria, el Gobierno? La contaminación la asumimos todos subsidiariamente, pero los beneficios se los lleva la gran industria”.
El fraude bio
Hoy en día, en el campo, se sustituyen productos y herbicidas convencionales por otros supuestamente “verdes”. Nuevos insumos que una vez más el agricultor debe comprar a la gran industria. Frente a estos productos industriales, por muy bio que sean, Restrepo recorre el mundo participando en cursos, proyectos y asesorías que tienen como finalidad enseñar a los agricultores a producir sus propios fertilizantes, fermentaciones, trucos y remedios, con elementos propios de la hacienda, como el calcio, el abono bocashi y un arsenal de productos “caseros” que se utilizan hoy en día en miles de hectáreas repartidas en una creciente y activa red de agricultores respetuosos, un movimiento casi cultural que poco a poco, y especialmente en Europa, está creando una nueva conciencia frente a la producción de alimentos.
Restrepo enseña a cultivar plantas fuertes, capaces de resistir plagas y enfermedades de un modo natural. “La biología me interesa poco”, afirma Restrepo, “prefiero fijarme en la geología porque las plantas son minerales animados”, y por eso afirma que en el equilibrio mineral de la tierra está la respuesta a todas las plagas y enfermedades que aquejan a los cultivos. “Todo ser vivo está conectado con los minerales”. En este sentido van enfocados algunos de sus experimentos, como el de inocular carbón con microorganismos. “Hice una prueba, planté bananas, puse a un lado carbón inoculado con microorganismos y a otro un fertilizante industrial. A los pocos meses las raíces del banano se alejaron del industrial y se agarraron al carbón como quien se agarra a la vida”. Rodeado de los alumnos convocados en la Fundación Edes por el nodo asturiano de Agricultura Regenerativa, Restrepo lleva a cabo algunas de sus prácticas. La primera consiste en calcinar huesos de vaca en un bidón. El resultado será calcio puro, un abono espectacular sin apenas coste económico que se aplica directamente a la tierra. Después llega la hora de fabricar su biofertilizante estrella, el bocashi, una mezcla compuesta por elementos asequibles, cuando no gratuitos: capas de gallinaza, levadura, melaza, cascarilla de arroz, carbón vegetal, harina de basalto, más mierda (de caballo), tierra tamizada y de bosque. Un compuesto con el que Restrepo certifica haber revitalizado millones de hectáreas de terreno yermo por todo el mundo. El constante estudio del suelo y la consigna de que la vida es “una eterna reciclada de una cagada” como motivación permanente.
Soja invasiva y sinvergüenza
Para Restrepo el futuro del mundo está en el renacer del campo “porque la vida depende del campo y no al revés”, pero para ello es necesario que los agricultores tomen el control mediante la economía local, la diversificación de la granjas y la transmisión de la cultura ancestral. Cosas que hoy buscan nombres sofisticados como permacultura, el manejo holístico del pastoreo o las granjas multifuncionales (polymarketing), que no son más que nuevas adaptaciones a los usos tradicionales -la casería asturiana que producía un poco de todo, que todo lo aprovechaba y que gestionaba el territorio en su conjunto-. Cosas como la biofertilidad (Dios y el cucho pueden mucho) frente a la proliferación de insumos comerciales, la trampa de las subvenciones y los créditos agrícolas que hacen del campo (también del campo asturiano) un negocio suicida incapaz de sostenerse a sí mismo, cargado de incertidumbres y de agonía.
Viejos conceptos con nuevas ideas, aplicando elementos como el marketing y la investigación basada en la observación y el experimento reposado. “Llegué a un pueblo del Perú -cuenta Restrepo-  y vi un montón de remolachas que un campesino tenía apiladas para desechar porque no eran perfectas o no tenían el calibre exigido por el mayorista. Se las comerán los cerdos, me dijo resignado. Estuve unos días allí enseñándole a desecar y triturar estas remolachas y después le dije: Ahora solo necesita hacerles un bonito empaquetado y venderlas como remolachas orgánicas de los Andes, fáciles de preparar en sopa o en ensalada para personas que no tienen tiempo para cocinar, con siete minerales esenciales para salud… esto le sacará de pobre. Con ese concepto sacamos muchas granjas adelante, hoy la venta del producto primario no da beneficio, el beneficio está en la transformación in situ, así daremos trabajo además a un mecánico y a un repartidor local, trabajando en pequeños círculos sociales y aprovechando al máximo todos los recursos de la zona”.
Restrepo es escéptico cuando oye hablar del PH de la tierra y otras medidas científicas. “La ciencia es una débil interpretación de lo poco que conocemos”. Este ingeniero agrónomo con tres cursos de postgrado (Ecología y Recursos Naturales; Ingeniería de Seguridad Ocupacional  Agrícola y Agroecología) siempre reparte el mismo consejo: “Escuche lo que le dice un ingeniero agrónomo y después haga todo lo contrario”. Para Restrepo todas las claves están en el bosque: “La agricultura es una forma ordenada de violar la naturaleza, pero cuanto más nos alejamos del bosque más nos acercamos a la industria. Hoy se hace compostaje en cajoneras de plástico pero el bosque nunca descompone en montones, siempre lo hace en capas esparcidas. Hoy la agricultura y la ganadería funcionan al ritmo de la industria. Criar un pollo en veinte días, crear comida masiva de pésima calidad que nos hace enfermar cerrando el círculo perverso de industria alimentaria y farmacéutica, creando imperios malignos como el imperio de la soja, la planta más sinvergüenza e invasiva que existe”. Es lo que el maestro colombiano llama la cultura de la agonía“porque los bancos producen agonía y la agricultura que tratan de imponer hoy nos aleja de la observación y del reposo necesario”.
Jairo Restrepo tiene sesenta años, una espalda de toro y tiene toda la pinta de llegar a ser tan longevo como su padre, que sobrepasó los cien. “Al final todos necesitamos hacer la reflexión de cuántas cosas necesitamos para ser felices y cuál es verdadero valor de las cosas. En una ocasión le preguntaban a un técnico forestal cuánto cuesta un ejemplar de árbol de 150 años, tras cálculos y medidas el técnico responde machaconamente dando la cifra del valor de la madera en el mercado, pero no entiende la pregunta: un árbol de 150 años cuesta 150 años”.

Restrepo en Restrepo

En su primera visita a Asturias, Jairo Restrepo llega con una misión. Sabe que el pueblo que le da nombre a su familia, y uno de los apellidos más populosos en su Colombia natal, está en Asturias. Así es que cuando le informan que Restrepo está en Vegadeo, a apenas veinte minutos de donde ahora se encuentra, una sonrisa ilumina su cara: “Tengo que ir a hacerme esa foto”. Viene con la lección aprendida, sabe que Restrepo es un topónimo que hace alusión a riestra, en línea, ordenado y, efectivamente, Restrepo en Vegadeo es un pequeño pueblo conformado por dos barrios que dibujan dos pequeñas líneas sobre el monte occidental asturiano. Para un hombre que admira los conocimientos ancestrales del campo, el lenguaje de la agricultura, la tradición del campo, esto es otro motivo de felicidad, lo que él llama “pequeñas cosechas internas” que nos unen a la tierra. Tres días después se cumple su pequeño sueño: Restrepo está en Restrepo. 

Decepcionantes revoluciones campesinas

Nacido en Colombia y con nacionalidad brasileña, Restrepo vive a caballo entre estos dos países y México, donde gestiona proyectos de agricultura y asesorías campesinas. Esta condición panamericana le lleva a hablar de lo que conoce bien, Latinoamérica y su agricultura, y a hablar con dureza y decepción de las “revoluciones campesinas” que encabezaron los llamados Gobiernos populistas latinoamericanos. “La mayor decepción fue sin duda Lula en Brasil. Lula se abrió de piernas a la gran industria. Bajo su mandato se fumigaron los bosques y los campos de Brasil con más venenos y pesticidas que con todos los generales anteriores juntos”.
Continente arriba, en Bolivia, “Evo Morales sustituyó los pesticidas de las multinacionales por otros ‘patrios’ y ahora el mensaje es ‘no compre sus venenos, compre los nuestros’. De Correa en Ecuador, solo puedo decir que es un hombre al que siempre le entrevistan con una Coca-Cola encima de la mesa, es un presidente Coca-Cola y al que se deben proyectos de desertización masivos en Ecuador”. Por último, recalando en Venezuela, “de Chaves debo criticar su falta de visión para crear un modelo político que le sobreviviera, pero al menos se puede decir que su revolución campesina fue más respetuosa con el medio ambiente”.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 39, JULIO DE 2015

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