Los siete pilares de la Acojonología
Me fascina el arte que tienen
ciertas personas para asustar a los demás. No me refiero a los que
provocan recelo porque son capaces de hacer daño (es muy fácil
amedrentar cuando la amenaza es real). Hablo de los que nos ponen los
pelos de punta sin motivos. Los Acojonadores.
Desde pequeño, mientras sufría las
amenazas de matones de clase que conseguían aterrorizarme aunque sabía
que eran unos pringados y profesores asustaniños que disfrutaban con el
único poder que tenían, he intentado estudiar las tácticas de estos
sobrecogedores individuos. Les he visto actuar tanto en la esfera
pública como en la privada. He oído a políticos trafiancantes de miedo
y he leido de sus métodos en libros como El miedo en Occidente
de Jean Delumeau. En terapia, no me ha gustado saber pero he sabido como
estos individuos hacían temblar a hijos, padres, profesores, parejas
(e, incluso, amigos) sin un solo as bajo la manga, utilizando únicamente
su dominio de la Acojonología. Y en mi vida privada, han conseguido que
me cague de miedo cuando debería haberme cagado de risa.
He intentado no evitarlos (cuando se
debe la vida a la huida, solo nos queda la mitad de nosotros). Y por
fin, después de todos estos años de estudio exhaustivo, creo estar en
disposición de resumiros el método que utilizan en siete pasos. Allá
van:
1) Elijen un tema visceral. Usan nuestro miedo a la muerte o la locura, nuestro miedo a la pobreza o a la soledad… Siempre van directos al corazón.
2) Utilizan fuentes difusas pero creíbles para apoyarse. Nos dicen que alguien o algo nos amenaza y citan continuamente a la masa (“Todo el mundo dice que…“) o a expertos que no conocemos para apoyar sus argumentos.
3) Usan los datos que les convienen para intimidarnos. No
suelen mentirnos, pero no nos cuentan nunca toda la verdad. Solo
responden a las preguntas que quieren plantearse y nos convencen de que
ésas son las únicas importantes.
4) Buscan palabras o imágenes impactantes. Les
gusta recurrir a lenguaje que no entendemos y a escenas que se quedan
grabadas en nuestra retina aunque nunca hayan ocurrido. Y así, si no nos
dan miedo con lo que ocurre, nos asustan con lo que sucederá.
5) Favorecen nuestro sentido de rebaño. Nos convencen
de que “nosotros” -nos indican quiénes somos los buenos- estamos siendo
amenazados por “ellos” -señalan con el dedo a los malos.
6) Nos crean indefensión.
Para eso solo tienen que introducir en nuestras mentes la certeza de
que no podemos hacer nada contra lo que se nos viene encima.
(Imagen de Francis Bacon, http://www.youtube.com/watch?v=QhaqwlZxJZI)
[cogido de http://www.elhabitatdelunicornio.net-tik hartua]
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