Es el apoyo mutuo, estúpidos
Políticos, analistas, presidentes histriónicos dirimen si las multitudinarias caravanas de migrantes que se dirigen desde Honduras hasta la frontera mexicana con EEUU son una maquinación política. Pudieran ser gobiernos despechados, Estos miles de migrantes emprenden desde hace hace años solos o a lo sumo en pareja el éxodo desde Honduras hasta los aledaños de la prosperidad, en la frontera californiana. Huían y huyen de sus países donde gobierna un terror institucionalizado. Y huyen de un terror para adentrase en otro. El viaje de meses hacia la frontera yanqui es un calvario humano. Secuestros, coimas, raptos, trata de blancas, asesinatos, muerte accidental. El mundo nada sabía de ellos. hasta que hace unas semanas, esta ola solitaria y atomizada comenzó a viajar en grupo. Así pudieron hacer frente a los asaltantes y las maras, a los policías y militares compinchados con las redes de la trata. Y de repente, el mundo llamó a esto “una crisis humanitaria”.
El periodista salvadoreño Oscar Martínez junto con los fotógrafos Eduardo Soteras y Toni Arnau ha documentado en su libro Los Migrantes que no importan, reeditado por Pepitas de calabaza, este éxodo continental. Martínez hizo por etapas el mismo viaje que realizan al año cerca de 250.000 personas.
Un espeso aire de corrupción se posa sobre centroamérica. Tras aires revolucionarios en las postrimerías de los años 70, hoy países Honduras, El Salvador, Nicaragua viven regímenes despóticos. Las maras y cárteles paramilitares se han hecho con las maltrechas riendas económicas del día a día. De esta asfixia huyen campesinos, pequeños comerciantes. Unos extorsionados, otros amenazados por no pagar el diezmo, unos más en busca de servir como mano de obra barata en el mundo del progreso y poder así alimentar a su familia. Al emprender ese viaje, no pertenecerán ya más su país. Su país hace tiempo que ya no les pertenece a ellos. Su nacionalidad será la huida.
Los datos de la muerte. En El Salvador y Honduras mueren 60 personas al año de cada 100.000. En el México de las decapitaciones diarias, el promedio no llega a los 20.
Cuenta Oscar Martínez, que en la espesura de Chiapas, los cadáveres de migrantes son incontables; las violaciones el pan de cada día; y los asaltos, un mal menor. Algunos de los hoy asaltantes empezaron hace años como jornaleros de los ranchos donde veían pasar a cientos y coentos de indocomentados huyendo y escondiéndose de las autoridades. A alguien se le ocurrió lo que hoy es un trabajo: ninguno de estos prófugos denunciaría un asalto, una violación, aún menos un asesinato.El paso por todo México hasta la frontera yanqui dura casi un mes.
Migrante y mujer suponen un blanco fácil. Martínez visita laoficina de Migración en Tapachula, donde conoce a Yolanda Reyes, una hondureña de 28 años. Indocumentada desde que llegó hace años, acaba de sacr sus papeles. Denunció a su ex pareja, un policía de Chiapas que la propinó 11 machetazos, cuatro en la cara, “por simple coraje, mientras le gritaba con todas sus fuerzas: “¡ Puta, puta, vas a aprender, eres una pinche centroamericana, y aquí no vales nada!”
Los Zetas son un grupo formado en 1999 por el narco del cártel del Golfo Osiel Cárdenas Guillén, preso hoy en los Estados Unidos. Cárdenas organizó los zetas junto a militares entrenados en la Escuela de las Américas. Desde 2007, también se dedica al secuestro de migrantes y a la explotación de burdeles en los que “trabajan” mujeres raptadas. Cobran a los coyotes que pasan las fronteras con migrantes. Y acaban con quienes no pagan. Los Zetas son un estado dentro de México. Y sus capturas se realizan principalmente asaltando el tren que toman clandestinamente los migrantes entre Ixtepec y Medias aguas, entre los estados de Medias Aguas y Veracruz.
Jaime Arriaga es un hondureño humilde de 37 años. “Es el clásico campesino que se fue con un sueño muy diferente al del joven migrante que busca un carro, ropa diferente, darse algún lujo o parecer a su primo que regresó vestido con una camiseta de Los Angeles Lakers. Jaime salió de su humilde aldea de la costa caribeña de Honduras con una única idea en la mente: su humilde casa, en su humilde aldea, rodeadas de dos manzanas de sembradillo de maiz arroz y frijol. Era su segundo intento. En el primero pudo pasar dos años en los Estados Unidos. Ahorró. Regresó nada más conseguir 17.000 dólares. Levantó una humilde casa, cultivos. Pero un huracán acabó con todo.” Ya sabes”, dice Jaime, “que la única manera de lograr lo que he perdido es en los Estados Unidos”. El tren que llaman La Bestia, que recorre las 1.450 millas entre la frontera sur y la frontera norte de México le arrancó en enero una pierna. La Bestia se ensaña con los impacientes.
La entrada ilegal a Estados Unidos es el fenómeno migratorio más grande del mundo. Cientos de miles de centroamericanos pasan México. Cerca de 250.000 son capturados. La red de extorsión está perfectamente conectada: los Zetas con los polleros, polleros con asaltantes, asaltantes con encargados de albergues, y encargados de albergues con policías. Un pollero explica a Oscar: paga 10.000 dólares a los capos de cada región que a su vez pagan a los zetas. Capos como El Abuelo, Don Toño o Fidel avisan a los Zetas de los polleros que van y el número de pollos o migrantes que llevan.
— ¿Y la policía?
— ¿Están conectados!
La crónica de Oscar Martínez es luz en la noche centroamericana. La voz de estos parias se concentraba hasta ahora para esgrimir apenas un grito sordo. Son los mismos parias desplazados pero ahora unidos en un apoyo mutuo colectivo para evitar la tropelía. El mundo rico y sus burócratas llaman a la solidaridad avalancha.
Autor: César Valdés
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