En la papeleta del referéndum no preguntan de quién es la tierra. Se da por hecho que el 2-O continuará habiendo propiedad privada en Cataluña, salvaguardada por un propietario mayor, el Estado, titular de enormes extensiones calificadas cínicamente de públicas.
«No es cierto que la Historia la escriban los vencedores. Lo que escriben los vencedores son las leyes. No hay Estado en el mundo que no perpetúe mediante un laberinto de leyes la protección de propiedades robadas por las clases dirigentes y su posterior transmisión por sucesión, donación, compraventa, etc. El resultado tangible de estos robos legales continuados es la progresiva acumulación de propiedad. No importa la vía de acceso al poder, violentamente, por herencia o sufragio. Tampoco importan los programas políticos ni la forma de gobierno. La propiedad, se acumula incesantemente, año tras año, desde hace siglos.
La propiedad de la tierra en Europa se ha vuelto tan desigual que en algunos países y sobre todo en algunas regiones, alcanza niveles parecidos a los de Brasil, Colombia y Filipinas, países conocidos por la inequidad en la distribución de la tierra y de la riqueza basada en la tierra. Lo cierto es que en la UE, y según datos oficiales, el 3 % de las fincas controlan el 50 % de la superficie agrícola.»
Fuentes fidedignas del pasado han confirmado al fanzine Expropiaciones que mientras existan propietarios no habrá independencia para nadie.
«La acumulación de propiedad es un índice mucho más fiable para medir la libertad de un pueblo que el número de urnas por metro cuadrado. Y este índice sube ininterrumpidamente desde hace siglos, como la temperatura ambiente del planeta, tanto con democracias representativas parlamentarias como con dictaduras. Es el índice que nos garantiza que bajo el Estado o el capitalismo no habrá nunca democracia real (ni equilibrio medioambiental). La acumulación de propiedad es la primera y la última manifestación del proceso imparable de concentración del capital».
La buena noticia, que los reporteros asalariados por el patrón no pueden divulgar, es que multitud de personas se están independizando ya por la vía de la expropiación, la comunalización y la autogestión. Es un proceso independentista casi invisible, muy tapado por la gran pantalla donde el capitalismo proyecta procesos de ficción, pero es real. Está vivo.
Para La Canica, la expropiación es una declaración de independencia que puede ser unipersonal, grupal o masiva (en cuyo caso estaríamos hablando de una revolución social). No le hacen ascos a ninguna modalidad. La forma en que nos animan a la lectura de su obra es tan peculiar que preferimos copiarla a explicarla:
«Atracar bancos a mano armada es una lata. Este método artesanal de expropiación está al borde de la desaparición por causas económicas antes que estéticas o psicológicas. El desequilibrio entre coste y beneficio de los atracos (condenas crecientes y botines decrecientes) comenzó exactamente en 1971, el año de la abolición del patrón oro. Desde entonces, sin lastre metálico, el dinero se ha ido difuminando progresivamente hasta convertirse en lo que ya casi es: humo digital. Al compás de la transformación, las cajas fuertes de los bancos sufrieron un sutil proceso de vaciamiento cuyos efectos son sólo evidentes ahora, 45 años después. Así es como hemos pasado de expropiar el dinero de la sucursal a expropiar la sucursal misma, el inmueble completamente vacío.
Bien mirada, la sublimación física del dinero capitalista no es mala. Por un lado, nos ha permitido ensayar otras técnicas expropiatorias más eficientes que el atraco, acciones cuyos tipos penales (alzamiento de bienes, insolvencia punible, etc.) conllevan condenas reducidas por tratarse de delitos típicos de la clase social que legisla. Pero, más interesante aún, el fenómeno nos ha obligado a reflexionar más a fondo sobre esto del dinero. Si no tiene que ser algo necesariamente sólido, de piedra, metal, papel, etc., como nos hicieron creer en la escuela… Si puede ser aire, información almacenada en bits… ¿Qué es realmente el dinero?
En el vestíbulo de la sucursal bancaria que expropiaron en 2016 han puesto un mural dedicado al primer hombre en salir del armario anarquista, Proudhon, autor de una definición de validez universal: «la propiedad es un robo». Para ir al despacho de la planta superior -donde se ejecutaban las hipotecas- hay que subir por un tramo de escaleras en cuyo frontal han estampado en letras enormes de molde: «¿Qué es el robo de un banco comparado con fundar uno?». Quiere decirse que no es gente, esta de La Canica, que se trague la teoría sin pasarla por el túrmix de la práctica.
Un candor revolucionario les lleva a escoger nombres de juegos infantiles para sus proyectos más serios. Es su forma de negarse a ser mayores (o sea, senadores), de no caer en la vanidad de tomarse demasiado en serio a sí mismas, como les acaba sucediendo a esos impostores que se tratan de “usted” o peor, de “señorías”.
«A los bancos no hay que desearles mal, hay que hacérselo. Al Estado no hay que votarle, hay que botarle. Contra el sistema capitalista, expropiación masiva popular y autogestión. Ni dios, ni amo, ni marido ni partido».
Estos son los lemas, mensajes simples como los de un sonajero, con que contestaron a la retórica casposa del auto último judicial que recibieron.
El proyecto editorial de La Canica continuará con tres números monográficos más (dinero, colectivizaciones y consumo combativo). Se han sacado 250 ejemplares gratuitos en papel que ya habrán volado para cuando estéis leyendo esta reseña, pero podéis descargar el pdf en:
http://lacanica.org/wp-content/uploads/2017/09/1_expropiaciones_lectura1.PDF
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