¿Nos ajuntas?
Sin haber parasitado nunca en torre de marfil alguna, este veterano aprendiz de anarquista observa desde nuestra inexistente barricada -con más prudencia que esperanza- los llamamientos a la unidad del movimiento libertario y las convocatorias para plasmar en algo real y duradero lo que ya empieza a entenderse como una necesidad evidente e ineludible.
Lo más reciente es la convocatoria de un encuentro de ateneos y grupos libertarios en Madrid, pero antes se han sucedido propuestas similares en Cataluña, País Valenciano y otros territorios. Tampoco hay que olvidar históricas iniciativas para ampliar esa coordinación a toda la península, entre ellas las cuatro reuniones del proyecto Buscando el Norte (Valencia, Sant Boi, Madrid y Luarca) que no llegaron al anhelado puerto por las incomprensiones y los recelos de siempre. O de casi siempre, si la mirada la extendemos a la ya larga historia del anarquismo.
Es cierto que ha pasado bastante tiempo y que mucha de esta gente que tanta predisposición tenía para ver fantasmas reformistas y complots maquiavélicos, siempre amenazantes contra la historia y las esencias ácratas, ya no está militando en esta nuestra causa que tantas veces barruntamos perdida.
Personas jóvenes, nuevas ideas, diferentes formas de afrontar la lucha y visiones más abiertas se han ido incorporando a los restos del naufragio que sufrimos en las dos últimas décadas del siglo pasado. Es, por tanto, natural y hasta factible que esta sabia nueva que ha tenido la suerte de no vivir nuestros pasados y gordos errores busque y encuentre fórmulas para relacionarse, coordinarse y organizarse. Pequeñas señales, modestos proyectos y alguna reflexión compartida indican que todavía es posible albergar unas briznas de esperanza sobre el deseado acercamiento en la diversidad. La buena sintonía entre las muchas ferias del libro anarquista que ya se celebran a lo largo del año en las principales ciudades puede ser una de esas buenas señales del cambio en el mundillo libertario.
No va a ser fácil superar las barreras que hasta ahora nos han impedido no sólo juntarnos, sino la mera idea de proponer tal encuentro sincero y abierto. Lo que (casi) nadie me negará es que resulta imprescindible seguir intentándolo… si el anarquismo quiere significar y decir algo en la sociedad de este tercer milenio. Y no estoy pensando en marcar la ruta a la humanidad ni en sustituir al capitalismo en todo el planeta a partir de mañana. Estoy pensando y diciendo por escrito que siendo el proyecto libertario uno de los pocos ideales (por no poner el único) que no ha sucumbido como bella utopía, convirtiéndose en una franquicia más del sistema político imperante, por desgracia no es capaz de ofrecer a la confusa y desorientada sociedad actual un mensaje nítido y renovado, un llamamiento creíble a la ruptura con el viejo orden y una invitación a construir un mundo más solidario y habitable. Nuestra ausencia es ocupada, sobre todo entre la juventud más inquieta, por mensajes tan supuestamente superados como los del marxismo-leninismo o el nacionalismo.
Claro está que esto es una Utopía, un sueño inalcanzable (al menos para las generaciones del momento presente) pero ya lo decía el maestro Eduardo Galeano“… la utopía sirve para eso, para hacernos caminar”. Para seguir soñando y viviendo y construyendo y amando mientras la perseguimos y vemos como se sigue alejando; apunto yo.
Parece meridianamente claro que estamos obligados a juntarnos; otra cosa es el cómo y alrededor de qué. Mal seguiríamos si cada cual (grupo o individualidad) se aferra a lo suyo (sigla o idea) y pretende que el resto se sume sin redefinir colectivamente el acervo y los proyectos. Como libertarios sabemos que nadie es más que nadie y que todas las propuestas revolucionarias suman y se complementan.
Otra enseñanza que habremos aprendido (espero) es que no se puede pasar de la nada al todo. En este caso vendría a significar que, tras decenios de nula convivencia, una precipitada unificación vendría a suponer un nuevo fracaso. Lo más aconsejable es que esta pausada y progresiva convergencia se realice en fases escalonadas.
Un primer estadio podría ser el (re)conocimento mutuo; compartir información, intercambiar experiencias, debatir ideas y proyectos, pasarse convocatorias, hacerlas suyas los otros colectivos, etc.
En el paso posterior ya se podría llegar a los contactos regulares, a las convocatorias conjuntas (conjuntas entre quienes se pongan de acuerdo, para eso está la autonomía de cada cual) y a la publicación de manifiestos debatidos y asumidos por la totalidad o la gran mayoría.
Y ya en la tercera etapa se podría pasar a relaciones más estables e intensas. Hablo de redes, coordinadoras, federaciones donde se desee, etc. Primero localmente, después las comarcas, las comunidades o regiones más o menos históricas a posteriori… el federalismo actualizado. Hablo también de ediciones conjuntas, de revistas potentes, de radios libres en red, etcétera.
Pensar en una única organización, con sus congresos y sus órganos de gestión, además de prematuro me parece innecesario y arriesgado tratándose de un movimiento tan plural y autónomo como el libertario.
Antonio Pérez Collado
[ Al Margen ateneoaren webgunetik hartua ]
Sin haber parasitado nunca en torre de marfil alguna, este veterano aprendiz de anarquista observa desde nuestra inexistente barricada -con más prudencia que esperanza- los llamamientos a la unidad del movimiento libertario y las convocatorias para plasmar en algo real y duradero lo que ya empieza a entenderse como una necesidad evidente e ineludible.
Lo más reciente es la convocatoria de un encuentro de ateneos y grupos libertarios en Madrid, pero antes se han sucedido propuestas similares en Cataluña, País Valenciano y otros territorios. Tampoco hay que olvidar históricas iniciativas para ampliar esa coordinación a toda la península, entre ellas las cuatro reuniones del proyecto Buscando el Norte (Valencia, Sant Boi, Madrid y Luarca) que no llegaron al anhelado puerto por las incomprensiones y los recelos de siempre. O de casi siempre, si la mirada la extendemos a la ya larga historia del anarquismo.
Es cierto que ha pasado bastante tiempo y que mucha de esta gente que tanta predisposición tenía para ver fantasmas reformistas y complots maquiavélicos, siempre amenazantes contra la historia y las esencias ácratas, ya no está militando en esta nuestra causa que tantas veces barruntamos perdida.
Personas jóvenes, nuevas ideas, diferentes formas de afrontar la lucha y visiones más abiertas se han ido incorporando a los restos del naufragio que sufrimos en las dos últimas décadas del siglo pasado. Es, por tanto, natural y hasta factible que esta sabia nueva que ha tenido la suerte de no vivir nuestros pasados y gordos errores busque y encuentre fórmulas para relacionarse, coordinarse y organizarse. Pequeñas señales, modestos proyectos y alguna reflexión compartida indican que todavía es posible albergar unas briznas de esperanza sobre el deseado acercamiento en la diversidad. La buena sintonía entre las muchas ferias del libro anarquista que ya se celebran a lo largo del año en las principales ciudades puede ser una de esas buenas señales del cambio en el mundillo libertario.
No va a ser fácil superar las barreras que hasta ahora nos han impedido no sólo juntarnos, sino la mera idea de proponer tal encuentro sincero y abierto. Lo que (casi) nadie me negará es que resulta imprescindible seguir intentándolo… si el anarquismo quiere significar y decir algo en la sociedad de este tercer milenio. Y no estoy pensando en marcar la ruta a la humanidad ni en sustituir al capitalismo en todo el planeta a partir de mañana. Estoy pensando y diciendo por escrito que siendo el proyecto libertario uno de los pocos ideales (por no poner el único) que no ha sucumbido como bella utopía, convirtiéndose en una franquicia más del sistema político imperante, por desgracia no es capaz de ofrecer a la confusa y desorientada sociedad actual un mensaje nítido y renovado, un llamamiento creíble a la ruptura con el viejo orden y una invitación a construir un mundo más solidario y habitable. Nuestra ausencia es ocupada, sobre todo entre la juventud más inquieta, por mensajes tan supuestamente superados como los del marxismo-leninismo o el nacionalismo.
Claro está que esto es una Utopía, un sueño inalcanzable (al menos para las generaciones del momento presente) pero ya lo decía el maestro Eduardo Galeano“… la utopía sirve para eso, para hacernos caminar”. Para seguir soñando y viviendo y construyendo y amando mientras la perseguimos y vemos como se sigue alejando; apunto yo.
Parece meridianamente claro que estamos obligados a juntarnos; otra cosa es el cómo y alrededor de qué. Mal seguiríamos si cada cual (grupo o individualidad) se aferra a lo suyo (sigla o idea) y pretende que el resto se sume sin redefinir colectivamente el acervo y los proyectos. Como libertarios sabemos que nadie es más que nadie y que todas las propuestas revolucionarias suman y se complementan.
Otra enseñanza que habremos aprendido (espero) es que no se puede pasar de la nada al todo. En este caso vendría a significar que, tras decenios de nula convivencia, una precipitada unificación vendría a suponer un nuevo fracaso. Lo más aconsejable es que esta pausada y progresiva convergencia se realice en fases escalonadas.
Un primer estadio podría ser el (re)conocimento mutuo; compartir información, intercambiar experiencias, debatir ideas y proyectos, pasarse convocatorias, hacerlas suyas los otros colectivos, etc.
En el paso posterior ya se podría llegar a los contactos regulares, a las convocatorias conjuntas (conjuntas entre quienes se pongan de acuerdo, para eso está la autonomía de cada cual) y a la publicación de manifiestos debatidos y asumidos por la totalidad o la gran mayoría.
Y ya en la tercera etapa se podría pasar a relaciones más estables e intensas. Hablo de redes, coordinadoras, federaciones donde se desee, etc. Primero localmente, después las comarcas, las comunidades o regiones más o menos históricas a posteriori… el federalismo actualizado. Hablo también de ediciones conjuntas, de revistas potentes, de radios libres en red, etcétera.
Pensar en una única organización, con sus congresos y sus órganos de gestión, además de prematuro me parece innecesario y arriesgado tratándose de un movimiento tan plural y autónomo como el libertario.
Antonio Pérez Collado
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