Crítica de Bakunin a la praxis marxista
El anarquista ruso criticaba devastadoramente al idealismo, afirmando que es una falacia considerar el pensamiento anterior a la vida. Para Bakunin, idealistas eran los metafísicos, los positivistas y los que dan prioridad a la ciencia sobre la vida. Tanto ellos, como los revolucionarios doctrinarios de todo tipo, aunque utilicen argumentos diferentes, son defensores del poder político centralizado.
Bakunin quería ver cierta coherencia en esa defensa del Estado, ya que el defender ese dogma de dar privilegio al pensamiento supone creer que la teoría abstracta tenga superioridad sobre la práctica social, por lo que la ciencia sociológica se convierte en el punto de partida para la revolución social y la posterior reconstrucción; la conclusión sería que solo unos pocos poseen el conocimiento necesario para dirigir la vida social. La organización de la nueva sociedad no se erige, entonces, sobre la base de una libre asociación de individuos, grupos y regiones, sino sobre el poder de una minoría que representa, supuestamente, la voluntad general.
Lo que Bakunin afirmaba es que, tanto la teoría del Estado, como la de la dictadura revolucionaria, se basann igualmente en esa ficción de la representación popular y en el hecho de que la mayoría debe ser gobernada por una minoría elegida (o no), en esa abstracción llamada "voluntad general" y en la consideración de que las masas son ignorantes y estúpidas. Ambas concepciones son, desde este punto de vista, reaccionarias y aseguran el privilegio político y económico. Bakunin realiza una crítica visceral a todo defensor del Estado, incluidos los socialistas que denomina "doctrinarios", ya que si se enfrentan a regímenes autoritarios es para tomar el poder y construir su propio sistema despótico. Incluso desde un punto de vista no necesariamente anarquista, sino simplemente partidario del progreso social, ¿se puede quitarle la razón al ruso visto el desarrollo de todo socialismo de Estado? Cada paso dado en cualquier de esos regímenes ha sido para reforzar la burocracia y el privilegio de Estado y, por lo tanto, bloquear el control de la industria por parte de los trabajadores y la libre asociación política y económica. La creencia ciega en el dogma, basado en el poder centralizado y en el control de unos pocos sobre la mayoría, ha anulado la posibilidad de toda revolución socialista.
La propia concepción revolucionaria, de cualquier clase, tiene hoy connotaciones autoritarias para gran parte de la gente, pero solo por esa identificación con una centralización extrema (en la democracia representativa, se observa de manera más amable, simplemente como un mal inevitable). La transformación social de abajo arriba (si se quiere usar la noción de "profundización democrática" puede parecer más adecuado), la autogestión social en definitiva, es algo tal vez impensable para muchos, pero sencillamente una posibilidad más. Una idea vulgar de la política, apriorística, es que el Estado es necesario. No nos referimos a una idea defendida por la clase dirigente, sino por el hombre de la calle, que se puede escuchar en cualquier ámbito. El Estado no es "necesario", el Estado es la posibilidad que una persona puede considerar más factible, condicionado siempre por las circunstancias personales y/o por su propio conocimiento político. Desgraciadamente, no se suele profundizar en un análisis serio del Estado, en su deconstrucción, ni tampoco en una idea de la política más extensa, por lo que el conformismo y la idea de "mal necesario" están asegurados.
Bakunin critica a los socialistas doctrinarios, con Marx a la cabeza, que son capaces de defender al Estado por encima de la propia revolución social. El Estado burgués era el enemigo para todos los socialistas, autoritarios y antiautoritarios, pero la creencia en la conquista del Estado por parte del "proletariado", por medios violentos o pacíficos, para asegurar una igualdad real, ha demostrado ser una triste falacia en la praxis. Una falacia, totalitaria por un lado, sucumbida ante el sistema capitalista por otro, que ha condicionado toda visión progresista en el último siglo. Bakunin quería ver en el concepto de Estado popular, propio de los partidarios de Marx, una contradicción en los términos, ya que el participio convertido en sustantivo solo implica dominación y explotación. Se reclama una nueva concepción de la política, que no la identifique exclusivamente con la forma de Estado. La visión del Ruso es radical, solo observa aspectos negativos en el Estado, consecuencia seguramente de que él observó la evolución del Antiguo Régimen en las supuestas revoluciones burguesas. Bakunin se negaba a aceptar un nuevo poder político que simplemente privilegiaba a una nueva clase y mantenía a la mayoría en la ignorancia y en la ilusión, incluso, de progreso social.
Los marxistas aseguraban que su concepto de "dictadura del proletariado" suponía únicamente la dominación de la inmensa mayoría sobre una pequeña minoría burguesa. Desgraciadamente, y como es lógico, la realidad no ha sido así, ninguna forma de Estado ha asegurado ninguna igualdad ni ha acabado con la división de clases; todo lo contrario, se han creado nuevas clases dirigentes, con la dominación garantizada en parte por la creencia popular en un "ideal" inalcanzable. Bakunin pensaba lúcidamente que cualquier trabajador en el poder, iba a dejar de serlo inmediatamente, y convertirse en un privilegiado. Esta crítica a la conquista el poder, se convirtió desde el principio en una seña de identidad de todo movimiento libertario, que han tratado de reproducir en sus formas organizativas la futura sociedad. Esta lucha contra el privilegio en beneficio de la cooperación y de la solidaridad, no solo en el aspecto político y económico, también en cualquier ámbito de la vida, convirtió al anarquismo tal vez en la filosofía sociopolítica con un concepto de la lucha de clases más rico. La lucha de clases es un concepto general, en mi opinión, casi asumido por la humanidad (en la práctica, las fuerzas reaccionarias impiden el progreso), pero solo en un contexto de auténtica libertad se puede asegurar esa igualdad de raíz. La idolatría hacia el Estado, y los ulteriores horrores en la praxis marxista, es algo que supieron observar Bakunin y los anarquistas, y me ha agradado mucho reconocerlo en autores influidos por Marx, un autor al que, por otra parte, no hay que leer condicionados únicamente por las revoluciones llevadas a cabo en su nombre. En muchos textos políticos de Marx, estaba seguramente el germen del totalitarismo, pero la crítica antiautoritaria es la premisa fundamental para encontrar ideas valiosas en el pensamiento de cualquier autor.
[ http://culturayanarquismo.blogspot.com/ ]
El anarquista ruso criticaba devastadoramente al idealismo, afirmando que es una falacia considerar el pensamiento anterior a la vida. Para Bakunin, idealistas eran los metafísicos, los positivistas y los que dan prioridad a la ciencia sobre la vida. Tanto ellos, como los revolucionarios doctrinarios de todo tipo, aunque utilicen argumentos diferentes, son defensores del poder político centralizado.
Bakunin quería ver cierta coherencia en esa defensa del Estado, ya que el defender ese dogma de dar privilegio al pensamiento supone creer que la teoría abstracta tenga superioridad sobre la práctica social, por lo que la ciencia sociológica se convierte en el punto de partida para la revolución social y la posterior reconstrucción; la conclusión sería que solo unos pocos poseen el conocimiento necesario para dirigir la vida social. La organización de la nueva sociedad no se erige, entonces, sobre la base de una libre asociación de individuos, grupos y regiones, sino sobre el poder de una minoría que representa, supuestamente, la voluntad general.
Lo que Bakunin afirmaba es que, tanto la teoría del Estado, como la de la dictadura revolucionaria, se basann igualmente en esa ficción de la representación popular y en el hecho de que la mayoría debe ser gobernada por una minoría elegida (o no), en esa abstracción llamada "voluntad general" y en la consideración de que las masas son ignorantes y estúpidas. Ambas concepciones son, desde este punto de vista, reaccionarias y aseguran el privilegio político y económico. Bakunin realiza una crítica visceral a todo defensor del Estado, incluidos los socialistas que denomina "doctrinarios", ya que si se enfrentan a regímenes autoritarios es para tomar el poder y construir su propio sistema despótico. Incluso desde un punto de vista no necesariamente anarquista, sino simplemente partidario del progreso social, ¿se puede quitarle la razón al ruso visto el desarrollo de todo socialismo de Estado? Cada paso dado en cualquier de esos regímenes ha sido para reforzar la burocracia y el privilegio de Estado y, por lo tanto, bloquear el control de la industria por parte de los trabajadores y la libre asociación política y económica. La creencia ciega en el dogma, basado en el poder centralizado y en el control de unos pocos sobre la mayoría, ha anulado la posibilidad de toda revolución socialista.
La propia concepción revolucionaria, de cualquier clase, tiene hoy connotaciones autoritarias para gran parte de la gente, pero solo por esa identificación con una centralización extrema (en la democracia representativa, se observa de manera más amable, simplemente como un mal inevitable). La transformación social de abajo arriba (si se quiere usar la noción de "profundización democrática" puede parecer más adecuado), la autogestión social en definitiva, es algo tal vez impensable para muchos, pero sencillamente una posibilidad más. Una idea vulgar de la política, apriorística, es que el Estado es necesario. No nos referimos a una idea defendida por la clase dirigente, sino por el hombre de la calle, que se puede escuchar en cualquier ámbito. El Estado no es "necesario", el Estado es la posibilidad que una persona puede considerar más factible, condicionado siempre por las circunstancias personales y/o por su propio conocimiento político. Desgraciadamente, no se suele profundizar en un análisis serio del Estado, en su deconstrucción, ni tampoco en una idea de la política más extensa, por lo que el conformismo y la idea de "mal necesario" están asegurados.
Bakunin critica a los socialistas doctrinarios, con Marx a la cabeza, que son capaces de defender al Estado por encima de la propia revolución social. El Estado burgués era el enemigo para todos los socialistas, autoritarios y antiautoritarios, pero la creencia en la conquista del Estado por parte del "proletariado", por medios violentos o pacíficos, para asegurar una igualdad real, ha demostrado ser una triste falacia en la praxis. Una falacia, totalitaria por un lado, sucumbida ante el sistema capitalista por otro, que ha condicionado toda visión progresista en el último siglo. Bakunin quería ver en el concepto de Estado popular, propio de los partidarios de Marx, una contradicción en los términos, ya que el participio convertido en sustantivo solo implica dominación y explotación. Se reclama una nueva concepción de la política, que no la identifique exclusivamente con la forma de Estado. La visión del Ruso es radical, solo observa aspectos negativos en el Estado, consecuencia seguramente de que él observó la evolución del Antiguo Régimen en las supuestas revoluciones burguesas. Bakunin se negaba a aceptar un nuevo poder político que simplemente privilegiaba a una nueva clase y mantenía a la mayoría en la ignorancia y en la ilusión, incluso, de progreso social.
Los marxistas aseguraban que su concepto de "dictadura del proletariado" suponía únicamente la dominación de la inmensa mayoría sobre una pequeña minoría burguesa. Desgraciadamente, y como es lógico, la realidad no ha sido así, ninguna forma de Estado ha asegurado ninguna igualdad ni ha acabado con la división de clases; todo lo contrario, se han creado nuevas clases dirigentes, con la dominación garantizada en parte por la creencia popular en un "ideal" inalcanzable. Bakunin pensaba lúcidamente que cualquier trabajador en el poder, iba a dejar de serlo inmediatamente, y convertirse en un privilegiado. Esta crítica a la conquista el poder, se convirtió desde el principio en una seña de identidad de todo movimiento libertario, que han tratado de reproducir en sus formas organizativas la futura sociedad. Esta lucha contra el privilegio en beneficio de la cooperación y de la solidaridad, no solo en el aspecto político y económico, también en cualquier ámbito de la vida, convirtió al anarquismo tal vez en la filosofía sociopolítica con un concepto de la lucha de clases más rico. La lucha de clases es un concepto general, en mi opinión, casi asumido por la humanidad (en la práctica, las fuerzas reaccionarias impiden el progreso), pero solo en un contexto de auténtica libertad se puede asegurar esa igualdad de raíz. La idolatría hacia el Estado, y los ulteriores horrores en la praxis marxista, es algo que supieron observar Bakunin y los anarquistas, y me ha agradado mucho reconocerlo en autores influidos por Marx, un autor al que, por otra parte, no hay que leer condicionados únicamente por las revoluciones llevadas a cabo en su nombre. En muchos textos políticos de Marx, estaba seguramente el germen del totalitarismo, pero la crítica antiautoritaria es la premisa fundamental para encontrar ideas valiosas en el pensamiento de cualquier autor.
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Extraído de https://reflexionesdesdeanarres.blogspot.com