(Relato de ciencia ficción, los nombres tampoco son reales)
A las siete y media de la tarde a cenar, impuntualidades como todos los días. La voz de la enfermera confirma por el altavoz la llamada, todo el mundo deja lo que está haciendo y se dispone a ir al comedor donde está la cena servida.
Hoy hay buena cena para lo que nos tienen acostumbradxs, un plato de puré de primer plato y croquetas con unas lonchas de embutidos de segundo, finalizando con una pieza de fruta al azar.
Todxs nos sentamos a cenar, pero enseguida Joaquín se levanta y empieza a buscar por todos los sitios su cartera, ya que cree que está en un restaurante y piensa que tiene que pagar su plato. Las enfermeras intentan disuadirle pero no lo consiguen y Joaquín sale del comedor y enfila el pasillo hacia delante perseguido por una enfermera que enseguida llama a lxs celadorxs acabando este, atado a una silla sin poder moverse.
Terminamos de cenar y a lxs fumadorxs nos espera nuestro prometido cigarrillo. Allí Antonio expresa sus quejas por los malos tratos que le porfieren algunas enfermeras y expresa su tristeza por la limitación que le han impuesto en el número de cigarros que puede fumar al día.
Terminado el cigarrillo de rigor, me dirijo a la habitación compartida pasando por la sala del televisor, donde el resto de gente está sentada viendo noticias que solo hablan de terrorismo y elecciones. Yo lo único que puedo pensar, es que lxs terroristas son lxs mismos de siempre y que en la “caja tonta” solo nos venden el mismo cuento una y otra vez.
Al llegar a la habitación, encuentro que mi compañero Enrique está tumbado a oscuras en la cama; al llegar a la mía, enciendo la lamparilla y le pregunto que qué tal está, hablamos durante un buen rato y me cuenta que le quieren mandar a otro centro donde dice, que va a estar más activo física y psicológicamente, pero que el no quiere ir, que prefiere estar en casa con sus padres. Después de intentar buscar otras soluciones y de consolarnos mutuamente, nos damos cuenta de que ha pasado una hora y que nos toca cigarro.
En la sala de fumadores volvemos a escuchar las quejas de Antonio que esta vez jura en voz alta y arremete contra el mobiliario, pero rápidamente recuerda lo sucedido a otro compañero que al protestar por no darnos el cigarrillo correspondiente, rompió un cristal y fue encerrado y atado a una cama durante dos noches y un día. Yo que estoy a su lado le paso la mitad de mi cigarrillo y se tranquiliza.
Ahora solo toca esperar la hora de la medicación, e irnos a dormir esperando que esta noche no le de a nadie, por pegar alaridos de auxilio o de cualquier otro tipo… Espero que la noche sea tranquila, a mí ya me queda poco aquí.
(Decir que mantengo lo dicho en el texto anterior (el poema) y agregar que yo vi injusticias allí.).
Richie punk
Texto originalmente publicado en Portaloaca.
[ Nik Xarxa gam kolektiboaren webgunetik hartu diNat ]
Hoy hay buena cena para lo que nos tienen acostumbradxs, un plato de puré de primer plato y croquetas con unas lonchas de embutidos de segundo, finalizando con una pieza de fruta al azar.
Todxs nos sentamos a cenar, pero enseguida Joaquín se levanta y empieza a buscar por todos los sitios su cartera, ya que cree que está en un restaurante y piensa que tiene que pagar su plato. Las enfermeras intentan disuadirle pero no lo consiguen y Joaquín sale del comedor y enfila el pasillo hacia delante perseguido por una enfermera que enseguida llama a lxs celadorxs acabando este, atado a una silla sin poder moverse.
Terminamos de cenar y a lxs fumadorxs nos espera nuestro prometido cigarrillo. Allí Antonio expresa sus quejas por los malos tratos que le porfieren algunas enfermeras y expresa su tristeza por la limitación que le han impuesto en el número de cigarros que puede fumar al día.
Terminado el cigarrillo de rigor, me dirijo a la habitación compartida pasando por la sala del televisor, donde el resto de gente está sentada viendo noticias que solo hablan de terrorismo y elecciones. Yo lo único que puedo pensar, es que lxs terroristas son lxs mismos de siempre y que en la “caja tonta” solo nos venden el mismo cuento una y otra vez.
Al llegar a la habitación, encuentro que mi compañero Enrique está tumbado a oscuras en la cama; al llegar a la mía, enciendo la lamparilla y le pregunto que qué tal está, hablamos durante un buen rato y me cuenta que le quieren mandar a otro centro donde dice, que va a estar más activo física y psicológicamente, pero que el no quiere ir, que prefiere estar en casa con sus padres. Después de intentar buscar otras soluciones y de consolarnos mutuamente, nos damos cuenta de que ha pasado una hora y que nos toca cigarro.
En la sala de fumadores volvemos a escuchar las quejas de Antonio que esta vez jura en voz alta y arremete contra el mobiliario, pero rápidamente recuerda lo sucedido a otro compañero que al protestar por no darnos el cigarrillo correspondiente, rompió un cristal y fue encerrado y atado a una cama durante dos noches y un día. Yo que estoy a su lado le paso la mitad de mi cigarrillo y se tranquiliza.
Ahora solo toca esperar la hora de la medicación, e irnos a dormir esperando que esta noche no le de a nadie, por pegar alaridos de auxilio o de cualquier otro tipo… Espero que la noche sea tranquila, a mí ya me queda poco aquí.
(Decir que mantengo lo dicho en el texto anterior (el poema) y agregar que yo vi injusticias allí.).
Richie punk
Texto originalmente publicado en Portaloaca.
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