Corazonar, sentipensar y sentisaber: un pensamiento alternativo de alternativas
"Corazonar: pensar con el corazón liberado, nutrir el pensamiento con el impulso de la vida poniendo voluntad".
Consejo de Gobierno Pueblo Kitu Kara
“Nosotros actuamos con el corazón, pero también empleamos la cabeza, y cuando combinamos las dos cosas así, somos sentipensantes“.
Le dijo un pescador de San Benito Abab (Departamento de Sucre) al sociólogo Orlando Fals Borda.Fals Borda lo explica: "salía con ellos para ver como era que cazaban, el uso de machete, el uso de cuchillo, el anzuelo, todas las técnicas de la atarraya y todas las diversas formas que toma para la pesca. Esa combinación de artes anfibios es una especialidad que solo nuestra gente tiene, a mucho honor, gente inteligente, gente bien preparada técnicamente para su ritmo de vida. Inventaron, por ejemplo el concepto de sentipensante, ese sentipensante que aparece en mis libros, eso no lo inventé yo, eso fue allí en una de las ciénagas cerquita de San Benito Abad, cerca de Jegua"
"Un concepto tan sencillo, ¿cierto? Se entiende, es muy bonito, tan bonito que me lo robó Eduardo Galeano en sus últimos libros, claro que él es muy honesto y él pone que eso es de la historia doble de la costa, pero el concepto sentipensante es ahora central en su filosofía literaria..."
En la lengua y cultura maya tseltal, "yo’taninel snopel", significa corazonar su pensada o pensarlo desde el corazón. Juan Lopez Intzín del "Colectivo de Comunicadores Comunitarios, Artistas y Antropólogos de Chiapas", explica que:
"La palabra O’tan está presente en el lenguaje cotidiano nuestro de diversos modos, por eso podemos encontrar frases y conceptos como: stse’elil O’tan (la risa del corazón, alegría), mel O’tan (surcar el corazón, preocupación o tristeza), sujtesel O’tan (hacer volver el corazón, volver al camino andado), ich’ O’tan (recibir el corazón pero que se refiere en realidad a aprender o educarse mediante castigo como trabajo forzado, golpe y cárcel) kux O’tan (descansar el corazón, tomar un descanso, dormir), ch’ay O’tan (perder el corazón, olvido).
"Para nosotros los maya tseltales el O’tan-Corazón es un centro importante en nuestra cosmovisión y pensamiento. Todo se corazona. El pensar (yo’taninel snopel) y el hacer se corazonan (yo’taninel spasel-smeltsanel). Sentipensamos para sentisaber, por lo tanto somos “sentipensantes” y nos volvemos “sentisapientes”. Así, la conjugación del corazón y la mente, más que una dicotomía en disputa es una paridad que se complementa y que conforma la racionalidad maya-tseltal."
Las mujeres mayas, al concluir sus discursos dicen “esto es lo que está en mi corazón”.
Entre los candoshi de la Alta Amazonía, en los límites septentrionales de la selva peruana, se dice "ver con el corazón", incluso en sueños.
Para ellos, escribe el antropólogo Alexandre Surrallés, el corazón "relampaguea" (magish mámaarpámaam), cuando se equivoca, "entra" (magish pshtokich) cuando se está aprendiendo y "descansa" o "se apoya" (magish táatkic) cuando se tiene confianza en alguien. Magish tachitkich: “corazón que sigue” o “seguir con el corazón”, dicen para expresar la determinación de asumir una responsabilidad, incluso en contra de la opinión negativa de algunos.
"La hegemonía de la razón fragmenta la condición de nuestra humanidad" critica el antropólogo Patricio Guerrero Arias, "pues desconoce que no sólo somos lo que pensamos, y peor, que no sólo existimos por ello, como sostiene el fundamentalismo racionalista cartesiano, sino que el sentido de lo humano está ante todo en la afectividad: no sólo somos seres racionales, sino también sensibilidades actuantes. Asistimos a un tiempo en el cual las emociones ya no pueden seguir siendo ignoradas, por ello, como dice el pueblo Kitu Kara de Ecuador, “Este es el tiempo del Corazonar”:
"de un ratito dejar descansar, hacerle descuidar un poco la cabeza para sentir lo que acá esta latiendo" explica Manuel Gómez, Presidente del Consejo de Gobierno del Pueblo Kitu Kara.
"La diversidad del mundo es infinita" afirma Boaventura de Sousa Santos, "una diversidad que incluye modos muy distintos de ser, pensar y sentir, de concebir el tiempo, la relación entre los seres humanos y entre humanos y no humanos, de mirar el pasado y el futuro, de organizar colectivamente la vida, la producción de bienes y servicios y el ocio. Esta inmensidad de alternativas de vida, de convivencia y de interacción con el mundo queda en gran medida desperdiciada porque las teorías y conceptos desarrollados en el Norte global y en uso en todo el mundo académico, no identifican tales alternativas y, cuando lo hacen, no las valoran en cuanto contribuciones válidas para construir una sociedad mejor.
Por eso, en mi opinión, no necesitamos alternativas, sino un pensamiento alternativo de alternativas."
"La sabiduría no consiste en conocer el mundo, sino en intuir los caminos que habrá de andar para ser mejor... La sabiduría consiste en el arte de descubrir por detrás del dolor, la esperanza." asegura el maya Viejo Antonio, guía espiritual y político del FZLN.
"La noche en que conmigo, el Viejo Antonio camina por entre el lodo en mano. ¿Dije que camina conmigo el Viejo Antonio? Mentí entonces no camina conmigo, yo le voy detrás” cuenta el sub Marcos:
–Nos perdimos –digo inútilmente.
–Sí pues –dice el Viejo Antonio, que no parece muy preocupado.
–Tenemos que encontrar el camino de regreso –me escucho decir–. Traigo brújula –agrego como si dijera “tengo móvil, por si quieres un aventón”.
–Sí pues –dice de nuevo el Viejo Antonio como dejándome la iniciativa y mostrándose dispuesto a seguirme.
Saco el mapa, el altímetro y la brújula. Como hablando en voz alta, pero realidad alardeando frente al Viejo Antonio, describo alturas sobre el nivel del mar, cotas topográficas, presión barométrica, grados y milits, puntos visados y otros etcéteras de lo que los militares llamamos “navegación terrestre”. Después de un rato de alardes técnicos y científicos, me pongo de pie y con la brújula en la mano, señalo hacia un rincón de la noche, diciendo con firmeza y echando a andar en esa dirección.
–Es por ahí...
Caminamos un buen rato sin llegar a ningún lado conocido. Yo me siento avergonzado por el fracaso de mi técnica moderna y no quiero ni volverme hacia atrás, donde el Viejo Antonio me sigue sin decir palabra.
Los últimos vestigios de orgullo que me quedan se hacen añicos cuando digo en voz alta:
–Nos perdimos –digo inútilmente.
–Sí pues –dice el Viejo Antonio, que no parece muy preocupado.
–Tenemos que encontrar el camino de regreso –me escucho decir–. Traigo brújula –agrego como si dijera “tengo móvil, por si quieres un aventón”.
–Sí pues –dice de nuevo el Viejo Antonio como dejándome la iniciativa y mostrándose dispuesto a seguirme.
Saco el mapa, el altímetro y la brújula. Como hablando en voz alta, pero realidad alardeando frente al Viejo Antonio, describo alturas sobre el nivel del mar, cotas topográficas, presión barométrica, grados y milits, puntos visados y otros etcéteras de lo que los militares llamamos “navegación terrestre”. Después de un rato de alardes técnicos y científicos, me pongo de pie y con la brújula en la mano, señalo hacia un rincón de la noche, diciendo con firmeza y echando a andar en esa dirección.
–Es por ahí...
Caminamos un buen rato sin llegar a ningún lado conocido. Yo me siento avergonzado por el fracaso de mi técnica moderna y no quiero ni volverme hacia atrás, donde el Viejo Antonio me sigue sin decir palabra.
Los últimos vestigios de orgullo que me quedan se hacen añicos cuando digo en voz alta:
–¿Y ahora?
–Cuando no sepas que es lo que sigue, ayuda mucho el mirar para atrás.
Desenfunda su machete y, abriendo paso entre la maleza, estamos de nuevo en el camino real y los relámpagos anuncian el perfil deslumbrado del pueblo del Viejo Antonio.
Y le pregunto cómo ha encontrado el camino de regreso:
–No lo encontré –responde–. No estaba ahí. No lo encontré. Lo hice. Como de por si se hace. Caminando pues. Tú te pensaste que el camino ya estaba en algún lado y que tus aparatos nos iban a decir para adonde había quedado el camino. Pero no. Y luego te pensaste que yo sabía dónde estaba el camino y me seguiste. Pero no. Yo no sabía dónde estaba el camino. Lo que sí sabía es que teníamos que hacer el camino juntos. Así que lo hicimos y llegamos a donde queríamos. Hicimos el camino. No estaba ahí.
–Pero ¿por qué me dijiste que cuando uno no sabe que es lo que sigue hay
que mirar atrás? –pregunto.
–No pues –responde el Viejo Antonio– no para encontrar el camino. Es para ver donde te quedaste antes y que es lo que pasó y que querías. Volteando para mirar atrás te das cuenta donde te quedaste. O sea que así puedes ver el camino que no te hiciste bien. Si miras para atrás te das cuenta que lo que querías era regresar y lo que pasó fue que tú respondiste que había que encontrar el camino de regreso. Y ahí está el problema. Te pusiste a buscar un camino que no existe. Había que hacerlo.
–Pero ¿por qué dices que hicimos el camino? Lo hiciste tú, yo nomás camine detrás de ti.
–No pues– responde sonriendo el Viejo Antonio.– No lo hice yo solo. Tú también lo hiciste, porque un tramo lo caminaste tú adelante.
–¡Ah! Pero ese camino no sirvió –lo interrumpo.
–Sí pues. Sirvió porque así supimos que no sirvió y entonces ya no lo volveremos a caminar, o sea a hacer, porque nos llevo a donde no queremos entonces podemos hacernos otro, para que nos lleve –dice el Viejo Antonio.
–Entonces ¿tú tampoco sabías si el camino que estabas haciendo nos iba a traer hasta acá?
–No pues. Solo caminando se llega. Trabajando pues luchando. Es lo mismo. Así dijeron los más grandes dioses, lo que nacieron el mundo, los primeros. –Se pone de pie–. Y otras muchas cosas dijeron; por ejemplo que a veces hay que luchar para poder trabajar y a veces hay que trabajar para poder luchar –añade el Viejo Antonio que, como se ve, maneja la dialéctica con la misma habilidad que el machete.
Mira –me dice el Viejo Antonio, y tiende su mano hacia una estrella, que apenas se asoma detrás de las cortinas que las nubes hacen en Occidente.
–Yo miro la estrella y siento no sé qué pesar en el pecho. Algo así como una soledad triste y amarga. Me estaba acordando de un proverbio que dice más o menos así: “Cuando el dedo señala el sol, el tonto mira el dedo ”.
El Viejo Antonio se ríe de buena gana y me dice:
–Más tonto sería si mirara el sol. Se quedaría ciego.
La lógica abrumadora del Viejo Antonio me deja tartamudeando. El Viejo Antonio se sigue riendo, no sé si de mí, de mi explicación o del tonto que mira al sol cuando lo señala el dedo. Yo entiendo que es la hora de callarse y escuchar.
–Hace rato no te estaba señalando la estrella con la mano. Estaba pensando en cuanto se
necesita caminar para que mi mano pueda tocar esa estrella allá arriba. Te iba a decir que calcularas la distancia que hay entre mi mano y la estrella, pero tú saliste con lo del dedo y el sol. Yo no te estaba mostrando mi mano, pero tampoco la estrella. Ese tonto del que habla tu proverbio no tiene alternativa inteligente: si mira el sol y no se queda ciego, entonces va a tropezar mucho por estar mirando hacia arriba; y si mira el dedo no va a tener camino propio, o se queda parado o camina detrás del dedo. Total, que los dos son tontos: el que mira el sol y el que mira el dedo.
Caminar, vivir, pues, no se hace con verdades grandes que, si uno las mide, resulta que son bastante pequeñas. Va a llegar la noche en que empecemos a caminarla para llegar al día. Si no vemos muy cerca, entonces no más por ahí nos vamos a quedar. Si solo vemos muy lejos, entonces vamos a tropezarnos mucho y a perder el camino.
–¿Y cómo vamos a saber mirar lejos y mirar cerca?
–Hablando y escuchando a los que están lejos. Cuando se sueña, hay que ver la estrella allá arriba, pero cuando se lucha hay que ver la mano que señala la estrella. Eso es vivir. Un continuo subir y bajar la mirada.
Fuentes:
Refundación del estado en América Latina. Perspectivas –Cuando no sepas que es lo que sigue, ayuda mucho el mirar para atrás.
Desenfunda su machete y, abriendo paso entre la maleza, estamos de nuevo en el camino real y los relámpagos anuncian el perfil deslumbrado del pueblo del Viejo Antonio.
Y le pregunto cómo ha encontrado el camino de regreso:
–No lo encontré –responde–. No estaba ahí. No lo encontré. Lo hice. Como de por si se hace. Caminando pues. Tú te pensaste que el camino ya estaba en algún lado y que tus aparatos nos iban a decir para adonde había quedado el camino. Pero no. Y luego te pensaste que yo sabía dónde estaba el camino y me seguiste. Pero no. Yo no sabía dónde estaba el camino. Lo que sí sabía es que teníamos que hacer el camino juntos. Así que lo hicimos y llegamos a donde queríamos. Hicimos el camino. No estaba ahí.
–Pero ¿por qué me dijiste que cuando uno no sabe que es lo que sigue hay
que mirar atrás? –pregunto.
–No pues –responde el Viejo Antonio– no para encontrar el camino. Es para ver donde te quedaste antes y que es lo que pasó y que querías. Volteando para mirar atrás te das cuenta donde te quedaste. O sea que así puedes ver el camino que no te hiciste bien. Si miras para atrás te das cuenta que lo que querías era regresar y lo que pasó fue que tú respondiste que había que encontrar el camino de regreso. Y ahí está el problema. Te pusiste a buscar un camino que no existe. Había que hacerlo.
–Pero ¿por qué dices que hicimos el camino? Lo hiciste tú, yo nomás camine detrás de ti.
–No pues– responde sonriendo el Viejo Antonio.– No lo hice yo solo. Tú también lo hiciste, porque un tramo lo caminaste tú adelante.
–¡Ah! Pero ese camino no sirvió –lo interrumpo.
–Sí pues. Sirvió porque así supimos que no sirvió y entonces ya no lo volveremos a caminar, o sea a hacer, porque nos llevo a donde no queremos entonces podemos hacernos otro, para que nos lleve –dice el Viejo Antonio.
–Entonces ¿tú tampoco sabías si el camino que estabas haciendo nos iba a traer hasta acá?
–No pues. Solo caminando se llega. Trabajando pues luchando. Es lo mismo. Así dijeron los más grandes dioses, lo que nacieron el mundo, los primeros. –Se pone de pie–. Y otras muchas cosas dijeron; por ejemplo que a veces hay que luchar para poder trabajar y a veces hay que trabajar para poder luchar –añade el Viejo Antonio que, como se ve, maneja la dialéctica con la misma habilidad que el machete.
Mira –me dice el Viejo Antonio, y tiende su mano hacia una estrella, que apenas se asoma detrás de las cortinas que las nubes hacen en Occidente.
–Yo miro la estrella y siento no sé qué pesar en el pecho. Algo así como una soledad triste y amarga. Me estaba acordando de un proverbio que dice más o menos así: “Cuando el dedo señala el sol, el tonto mira el dedo ”.
El Viejo Antonio se ríe de buena gana y me dice:
–Más tonto sería si mirara el sol. Se quedaría ciego.
La lógica abrumadora del Viejo Antonio me deja tartamudeando. El Viejo Antonio se sigue riendo, no sé si de mí, de mi explicación o del tonto que mira al sol cuando lo señala el dedo. Yo entiendo que es la hora de callarse y escuchar.
–Hace rato no te estaba señalando la estrella con la mano. Estaba pensando en cuanto se
necesita caminar para que mi mano pueda tocar esa estrella allá arriba. Te iba a decir que calcularas la distancia que hay entre mi mano y la estrella, pero tú saliste con lo del dedo y el sol. Yo no te estaba mostrando mi mano, pero tampoco la estrella. Ese tonto del que habla tu proverbio no tiene alternativa inteligente: si mira el sol y no se queda ciego, entonces va a tropezar mucho por estar mirando hacia arriba; y si mira el dedo no va a tener camino propio, o se queda parado o camina detrás del dedo. Total, que los dos son tontos: el que mira el sol y el que mira el dedo.
Caminar, vivir, pues, no se hace con verdades grandes que, si uno las mide, resulta que son bastante pequeñas. Va a llegar la noche en que empecemos a caminarla para llegar al día. Si no vemos muy cerca, entonces no más por ahí nos vamos a quedar. Si solo vemos muy lejos, entonces vamos a tropezarnos mucho y a perder el camino.
–¿Y cómo vamos a saber mirar lejos y mirar cerca?
–Hablando y escuchando a los que están lejos. Cuando se sueña, hay que ver la estrella allá arriba, pero cuando se lucha hay que ver la mano que señala la estrella. Eso es vivir. Un continuo subir y bajar la mirada.
Fuentes:
desde una Epistemología del Sur. Boaventura de Sousa Santos.
https://www.academia.edu/7545650/REFLEXIONES_EPIST%C3%89MIICAS_%C3%89TICAS_POL%C3%8FTICAS_Y_TEORICAS
Prácticas Otras del Conocimiento: praxis político-educativa y la producción de saberes desde los movimientos y las redes en América Latina y el Caribe
Simposio celebrado en el marco del III Congreso Internacional del Conocimiento Santiago de Chile, del 7 al 10 de enero de 2013
http://www.iai.spk-berlin.de/fileadmin/dokumentenbibliothek/Indiana/Indiana_19_20/04surralles1009.pdf
Viejo Antonio, "Desde las montañas del sureste mexicano (Cuentos, leyendas y otras posdatas
del Sub. Marcos)"
"Corazonar la dimensión política de la espiritualidad y la dimensión espiritual de la política." Patricio Guerrero Arias
"Corazonar el sentido de las epistemologías insurgentes, para construir sentidos otros de la existencia (primera parte)" Patricio Guerrero Arias. http://www.redalyc.org/pdf/2790/279021514007.pdf
"De la percepción en antropología. Algunas reflexiones sobre la noción de persona desde los estudios amazónicos" Alexandre Surrallés.
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