Luís Bernardo Honwana, periodista de Mozambique, publicó una colección de relatos en 1964, "Nosotros matamos al Perro-Tiñoso" justo cuando empezaba la lucha contra el colonialismo de Lisboa. Algunos de los cuentos, como el que presento abajo, son de un humor fino e irónico. La dictadura portuguesa le encarceló justo ese año, hasta 1967, por actividades "subversivas".
LAS MANOS DE LOS NEGROS.
"Ya no sé a propósito de que venía esto, pero el señor profesor dijo un día que las palmas de las manos de los negros son más claras que el resto de su cuerpo porque hace aún pocos siglos sus abuelos andaban con ellas apoyadas en el suelo, como los animales salvajes, sin exponerlas al sol que les iban oscureciendo el resto del cuerpo. Me acordé de eso cuando el señor cura, después de decir en catequesis que nosotros no servíamos absolutamente para nada y que los perros eran mejores que nosotros, volvió a hablar sobre eso de que sus manos son más claras, diciendo que eso era así porque ellos, a escondidas, andaban siempre con las manos juntas, rezando. A mi me pareció algo tan gracioso eso de que las manos de los negros sean más claras, que ahora no hay más que verme, no dejo a nadie que se vaya hasta que no me diga porque ellos tienen las palmas de las manos así, más claras.
Doña Dores me dijo que Dios les hizo las manos así, más claras, para que no ensuciasen la comida que hacen a sus patronos, o cualquier otra cosa que les manden hacer, y que no quede de otra manera que no sea limpia.
El señor Antunes de la Coca Cola, que sólo aparece por la ciudad de vez en cuando, cuando las Coca Colas de las cantinas se han agotado ya, dijo que todo lo que me habían contado era mentira, claro que no sé si realmente lo era, pero él me garantizó que sí. Después de decirle que sí, que era mentira, él me contó todo lo que sabía de esto de las manos de los negros. Y así lo hizo. Antiguamente, hace muchos años, Dios nuestro señor Jesucristo, La virgen María, san Pedro, muchos otros santos, todas las personas que estaban en el cielo y otras personas que habían muerto y que habían ido al cielo, hicieron una reunión y decidieron hacer negros. ¿Sabes cómo?, cogieron barro, los metieron en moldes usados y para cocer el barro de las criaturas, las llevaron a los hornos celestiales. Como tenían prisa y no había sitio en las brasas, los colgaron de las chimeneas: humos, humo, humo, y ahí los tienes, oscuritos como tizones. ¿Y tú quieres saber por qué las manos se quedaron blancas? ¿qué pasa, que crees que ellos acaso no tenían que sujetarse mientras se cocía el barro?
Después de contar esto, el señor Antunes y los otros señores que estaban a mi alrededor, se echaron a reír, todos satisfechos. Ese mismo día, el señor Frías me llamó después de que el señor Antunes se hubiese ido, y me dijo que todo lo que yo había estado oyendo allí y con la boca abierta, era una grandísima trola. Cosa cierta y verdadera sobre eso de las manos de los negros era lo que él sabía, que Dios terminaba de hacer a los hombres y los mandaba a bañarse a un lago del cielo. Después del baño, las personas estaban blanquitas. Los negros, como se hicieron de madrugada, y a esa hora el agua estaba muy fría, sólo se habían mojado las palmas de las manos y las plantas de los pies, antes de vestirse y venir al mundo.
Pero yo leí en un libro que hablaba sobre esto, que las manos de los negros son así, más claras, por vivir encorvados recogiendo el algodón blanco de Virginia, y de no sé donde más. Esta claro que Doña Estefanía no estuvo de acuerdo cuando yo le dije eso, es sólo porque sus manos se decoloraron tanto a fuerza de tanto lavarlas.
Bien, yo no sé lo que pensar de todo esto, pero la verdad es que aunque estén callosas y agrietadas, las manos de los negros son siempre más claras que todo el resto de su cuerpo, y eso es así.
Mi madre debe ser la única que tenga razón sobre esta cuestión de que las manos de los negros son siempre más claras que todo el resto de su cuerpo. El día que hablamos de esto, ella y yo, estaba yo contándole todo lo que sabía sobre esta cuestión, y ella no podía parar de reírse. Lo que a mí me pareció extraño era que ella no me dijese que era lo que pensaba sobre todo esto, cuando yo le quise saber, y que sólo me contestase después de hartarse de ver que yo no me cansaba de insistir sobre el asunto e incluso así, llorando, agarrándose la barriga como quien no puede más de tanto reírse, lo que ella me dijo fue más o menos esto.
- Dios hizo a los negros porque TENÍA que haberlos. TENÍA que haberlos, hijo mío. Él pensó que realmente tenía que haberlos. Después, se arrepintió de haberlos hecho porque, los otros hombres reían de ellos, y los llevaban a sus casas para ponerlos a servir como esclavos o poco más. Pero como él no podía volverlos blancos, porque los que se habían habituado a verlos negros reclamarían, hizo que las palmas de las manos de los negros quedasen exactamente como las palmas de las manos de los otros hombres... ¿Y sabes porqué? claro que no lo sabes... y no me sorprende, porque mucha... mucha gente, no lo sabe. Pues mira, fue para mostrar, que lo que los hombres hacen es simplemente obra de hombres. Que lo que los hombres hacen está hecho por manos iguales, manos de personas que, si tienen sentido común, saben que antes de ser cualquier otra cosa, son hombres. Debe de haber sido por eso por lo que él hizo que las manos de los negros fuesen iguales a las manos de los hombres que dan gracias a Dios por no ser negros.
Después de decir esto, mi madre me besó las manos.
Cuando salí corriendo hacia el patio para jugar al balón, iba pensando que nunca había visto a ninguna persona llorar tanto si que nadie le hubiese pegado."
[Una antropóloga en la luna webgunetik hartua]
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